La atención temprana surge en sus orígenes de la evidencia de que, a través de la generación de un ambiente rico en estímulos de diverso tipo, podemos intervenir positivamente en la adquisición de funciones o capacidades que se han visto mermadas por problemas acaecidos a lo largo del desarrollo o en problemas surgidos a lo largo de la maduración de las mismas.
Definición de atención temprana
Desde la neurología, el Dr. Katona (Instituto Pediátrico de Budapest) fundamenta lo que denomina «rehabilitación temprana» en la plasticidad del cerebro en los primeros meses de vida, en base a la activación y aprovechamiento funcional de todas las estructuras del sistema nervioso central (SNC), que conserven su funcionalidad normal e incluso de aquellas que presentan funciones incompletas en relación con el daño cerebral.
Los estímulos a utilizar son diversos, y en la generación de las respuestas se consigue establecer o reforzar circuitos neuronales que facilitan la adquisición de funciones cerebrales dificultadas por diversas lesiones o problemas. Las lesiones tempranas de las estructuras nerviosas o la privación de la estimulación sensorial procedente del ambiente pueden afectar la maduración neuropsicológica, por lo que aprovechar la plasticidad neuronal en estadios precoces es decisivo para optimizar el desarrollo posterior.
Así, la eficacia de los programas de atención temprana se basa, por una parte, en la precocidad de la intervención, y por otra, en la consecución de un diagnóstico precoz de los problemas o patologías que van a derivar en patología de neurodesarrollo posterior, y cuya presencia define las poblaciones de riesgo subsidiarias de aplicación de programas de atención temprana.
Diagnóstico precoz
El diagnóstico precoz permite iniciar un trabajo de forma temprana y por tanto más eficaz, puesto que la capacidad de asimilar e integrar nuevas experiencias es mucho mayor en etapas precoces del desarrollo, gracias a la posibilidad de aumentar las interconexiones neuronales, en respuesta a ambientes enriquecidos con estímulos debidamente programados. Por ello, la aplicación de los programas de trabajo con el niño de riesgo no es arbitraria, sino que cumple dos condiciones: es sistemática, en cuanto a la adecuación del programa a su edad de desarrollo y a las expectativas reales que determinemos para cada niño en particular, y es secuencial, puesto que cada etapa superada es punto de apoyo necesario para iniciar la siguiente.
Intervención en atención temprana
La intervención se basa en el desarrollo evolutivo normalizado, que viene dado por la neurología y la psicología evolutiva. Los parámetros del desarrollo de las distintas áreas se aplican a la programación de los niños con deficiencias (o con riesgo de padecerlas) de manera secuencial, mediante una graduación coherente de los progresos. Los mecanismos por los cuales la intervención temprana ejerce su efecto, y las orientaciones teóricas que sustentan su aplicación práctica, han venido clarificándose a través de las neurociencias y son recogidas por lo que se denomina neurología evolutiva y se ha demostrado ampliamente la eficacia de la intervención temprana en niños con necesidades especiales en diversos ámbitos: motor, lingüístico, cognitivo, sensorial…
Es por esto que es necesario un equipo multidisciplinar que enfoque la rehabilitación del niño desde las diferentes perspectivas. Los recursos humanos necesarios para la intervención serían: psicólogo, pedagogo, pediatra, logopeda, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional, psicopedagogo, trabajador social, neuropediatra y médico rehabilitador. Cabe destacar la importancia del papel de la familia; ya que son quienes proveen los cuidados principales al niño. Por lo que la intervención primaria debe ser efectuada, fundamentalmente, por la familia con el esfuerzo y guía de los especialistas. Es por esto que no se debe separar la ayuda al niño de la que precisen los padres.
«De la colaboración y la participación de la familia dependerán en gran parte la eficacia del tratamiento»
Dado que la atención temprana debe comenzar lo más pronto posible, (recomendablemente los primeros días de la vida del niño); es necesario que el recurso de la atención temprana esté al alcance de todos los usuarios que lo requieran. Y para su buen funcionamiento los servicios sanitarios y educativos de la localidad, deben conocer la existencia de sus servicios y trabajar de una forma conjunta.