El Concurso de Microcuentos Navideños del Instituto de Rehabilitación Neurológica de Vithas es una fecha ineludible en nuestro calendario. Este año ha alcanzado su sexta edición con una gran participación y un excelente nivel en sus relatos, tanto en categoría adulta como infantil. Nosotros hemos querido compartir los relatos de los ganadores para que podías disfrutarlos y compartirlos. Esperemos que os gusten tanto como nos han encantado a nosotros.
Microcuento ganador: La fauna del Belén, por Mila López
-¡Mamá!
miro el reloj, ¡son las cuatro!, ¡este niño no ha dormido nada y yo tengo mil cosas que hacer!
-¡Mamá, Mamá, Mamá!
Corro a su habitación, ¿se ha incendiado, han entrado extraterrestres, ha explotado el armario?
Javier sentado en la cama, sonriente, tranquilo.
-¿Por qué gritas así, cariño?
-Porque voy a cumplir cinco años, y tengo mucha voz
-Ya, ya , ya… asiento comprensiva mientras tiemblo pensando qué pasará cuando vaya a cumplir ocho…
-¿No quieres dormir más?
-No
Javier contundente, tajante, terminante.
-Pues ¿qué quieres hacer?
-Ir contigo a comprar animales para el Belén, sólo tenemos corderos.
-No podemos, está lloviendo y aún tienes fiebre.
-Pues voy a lavarme los dientes.
Ante tan inesperada determinación, suspiro aliviada…cuarenta y tres minutos, el alivio desaparece, son muchos minutos y pocos dientes por lavar, corro al baño.
-Mira Mamá, estoy viendo los animales de la pared su imaginación le hace ver cosas en el dibujo de los azulejos
-Los ponemos en el Belén y no tenemos que salir. A ver…elefante…canguro…mariposa… los “coge” y nos acercamos al Belén
-El elefante aquí, la mariposa junto al Niño… nos miramos cómplices…sonreímos…FELIZ NAVIDAD.
Microcuento finalista: Magia en el corazón, por Belén Martínez Campos
Y, una vez más, abrió lo ojos.
Allí, tumbada entre sábanas de algodón, acariciada por el sol de la mañana que asomaba con timidez entre las rendijas de la persiana, recordó cómo la noche anterior sus lágrimas resbalaban irremediablemente por sus mejillas…
Se levantó intentando no despertar a su fiel compañero de viaje.
Caminó descalza y en silencio sobre un suelo crujiente con olor a nogal, que parecía querer entonar el primer villancico de aquel esperado día. Sigilosa, se acercó a una de las puertas de aquel entrañable piso y, con sumo cuidado, la entreabrió para poder contemplar los regalos más hermosos de aquella Navidad: dos pequeñas niñas soñaban plácidamente, impregnadas de una magia pura, indescriptible… Incluso allí, profundamente dormidas, abrazadas a sus ositos de peluche, desprendían una luz llena de matices y colores, que inundaba su alma y le provocaba ese irremediable pliegue en las comisuras de sus labios: la sonrisa más pura, brotando directamente desde el corazón.
La dicha le embargaba…
La vida le ofrecía un viaje inigualable.
Volvió lentamente hasta la cama, aún sonriendo, y mientras se acurrucaba entre los brazos de su amado, todavía dormido, volvieron a resbalar en su rostro lágrimas de verdadera felicidad.
Microcuento finalista: Ictus navideño, por Diego Polit
Este es el primer y más famoso caso de daño cerebral de la historia. Ocurrió la noche de un 24 de diciembre. San Nicolás se despertó solo, muy desorientado y con serios problemas en el lenguaje. Lo único que nuestro protagonista era capaz de decir era la sílaba “Ho” repetidas veces.
Se vistió con un abrigado traje rojo y salió a buscar algo o alguien que le pudiera orientar. Tuvo la suerte de no tardar en encontrar a un extraño ser de rasgos afilados que le orientó y le guio en todo aquello que le preocupaba. Gracias a él, supo que se encontraba en el Polo Norte, en su propia fábrica de regalos y que él era su trabajador. Tenían una gran cantidad de juguetes almacenados y no sabían qué hacer con ellos.
Nicolás pensó que regalarlos tenía sentido pues se sentía muy agradecido y muy afectuoso. Como en aquel gélido páramo no había a quien regalárselo, decidió regalarlos alrededor del mundo gracias a su trineo volador y a un mágico saco donde los guardó. Al terminar la noche, ver tan felices a los niños de todo el mundo le llenó tanto que decidió convertir aquel ritual en una tradición.
El cielo está aquí, por Víctor Vidaurre
Yo, cuando era joven, quería ser pastor.
¿De vacas? Animal productivo y sano, pero grande.
¿Ovejas? Es muy completo, producen lana, leche, y en su fin carne.
¿Cabra? Es similar a la oveja, pero va un poco más a su antojo.
Al final, me decido por la oveja y adquiero un rebaño de 13 ovejas. Por el día pastan en el campo y el monte, y al anochecer, nos recogemos en el corral. El tiempo pasa y hoy, nos encontramos a 24 de diciembre, y Nirvana, una de mis ovejas preferidas, está de parto. Pasamos al día siguiente 25 de diciembre, Nirvana da a luz tres corderitos. Uno de los cuales blanquito, le pongo de nombre, Jesús. Estrellas, Venus, Naturaleza… ¿Dónde está el Cielo?. ¡El Cielo está aquí!