Como se ha podido observar durante el estado de alarma, la dificultad respiratoria causante por Covid-19 ha requerido con frecuencia que los pacientes tuvieran que ser atendidos en unidades de cuidados intensivos con ventilación mecánica de forma prolongada.
De hecho, un rasgo distintivo de esta enfermedad ha sido que, cuando ha existido una dependencia del ventilador, ésta ha sido durante más tiempo en comparación con otras afecciones respiratorias. Estudios anteriores de pacientes con largas estancias en UCI y dependientes de ventiladores confirman que casi un tercio de los pacientes que experimentan síndrome post-UCI no vuelven a trabajar y otro tercio de ellos no vuelve a hacer en un trabajo similar a su estancia en cuidados intensivos ni con un salario similar al anterior.
Según dichas investigaciones, por lo menos el 25% de estos pacientes experimentan una dramática pérdida de independencia y requieren asistencia en las actividades de la vida diaria un año después de su ingreso en cuidados intensivos, lo que supone una enorme carga para los cuidadores informales y formales.
Esto sucede ya que los pacientes que precisan de una estancia en unidades de cuidados intensivos sufren una disminución de la capacidad de ejercicio, discapacidad y una calidad de vida comprometida durante meses, incluso años después de los cuidados intensivos. Por ello, hay un claro consenso en que la rehabilitación temprana es la mejor estrategia para tratar la polineuropatía y la miopatía de enfermedades críticas y que dicha rehabilitación facilita y mejora la recuperación a largo plazo y la independencia funcional de estos pacientes.
El concepto de que los pacientes que sobreviven al Covid19 tras pasar por UCI con ventilación mecánica, durante varias semanas, pueden ser dados de alta hospitalaria sin más atención médica domiciliaria es una ilusión peligrosa.
Ya que, cuando se produce la recuperación de las consecuencias de esta enfermedad respiratoria grave, también hay que tratar las discapacidades secundarias que resultan de los tratamientos de cuidados intensivos como: deterioro cognitivo relacionados con la memoria, atención, visuoespacial o impulsividad; ansiedad, depresión o estrés postraumático; deterioro físico como disnea pulmonar, dolor, disfunción sexual, neuropatía o debilidad muscular y fatiga severa, entre otras. Discapacidades que pueden llegar a ser muy severas.
Por ello, los pacientes con el síndrome Post-UCI y otras condiciones severas requerirán no sólo de un examen adecuado, sino también de una rehabilitación temprana y otras intervenciones multidisciplinares para su mejor recuperación.
Por ejemplo, nosotros hemos elaborado un plan de tratamiento específico para la recuperación funcional de este tipo de pacientes que centra su intervención en la rehabilitación física y neuropsicológica del paciente de forma intensiva que incluye, entre otros aspectos, una rehabilitación del equilibrio dinámico y estático con entornos de realidad virtual propios, rehabilitación de alcances y destreza de manos, entrenamiento del miembro superior y de la marcha con sistemas robóticos, prescripción de farmacología específica, infiltración de toxina botulínica o infiltraciones articulares o peritendinosas analgésicas, rehabilitación de las funciones cognitivas, procesos atencionales y mnésicos, habilidades visuoespaciales y visuocontructivos, tareas de planificación y organización con realidad virtual, estimulación basal y multisensorial clínica y técnicas de estimulación central y periférica con tDCS, TMS y taNVS.
Post redactado por la doctora Carolina Colomer, directora clínica de Vithas IRENEA.