Andreu Chaparro Martínez (Alcàsser, 2006) llegó al mundo casi sin previo aviso. Nació un 30 de noviembre prematuramente, pesando tan solo 1 kilo 900 gramos, aunque la evolución era muy favorable mientras en la incubadora cogía su peso óptimo. A los 12 días, los médicos les anunciaron a María José y Andrés, los padres de Andreu, que recibía el alta, no sin ir puntualmente a las revisiones habituales de neonatos. Fue a los cuatro meses del parto cuando una pediatra se percató de que el bebé hacía algo extraño: al sentarle en la camilla se tiraba hacia atrás, por lo que enseguida le hicieron una resonancia. Las conclusiones revelaron que Andreu tenía una parálisis cerebral infantil ante la estupefacción de sus padres.
¿Qué es la parálisis cerebral infantil?
La parálisis cerebral infantil (PCI) es la causa más frecuente de diversidad funcional motórica en niños. Son alteraciones no progresivas del movimiento y la postura que limitan la actividad, debido a una lesión del cerebro ocurrida durante el desarrollo cerebral del embarazo, el parto o después de nacer. Los trastornos motores se acompañan frecuentemente de alteraciones sensoriales, perceptivas, cognitivas, de la comunicación, epilepsia y/o problemas musculo-esqueléticos secundarios. En el caso particular de Andreu le diagnosticaron una leucomalacia periventricular, esto es, pequeñas áreas de la sustancia blanca, que se encuentra alrededor de los ventrículos laterales cerebrales, que dificultan su marcha, su capacidad de manipular objetos y sus déficits atencionales y conductuales.
¿Por qué sucedió la parálisis de Andreu? Nadie lo sabe. “Ni cuándo, ni cómo, ni por qué. Cada niño es un mundo aparte”, puntualiza María José. Todos los médicos les recomendaron a los padres de Andreu que lo estimularan, que le hablaran y que lo motivaran de cara a su nueva situación. Nada fácil, como subraya su madre. “Él realmente ni sabía gatear, nosotros lo tuvimos que enseñar. Era un cuerpo que caía porque necesitaba que lo sostuviéramos, y no tenía fuerza”, recuerda.
A partir de ese momento, buscaron algún centro especializado para que su hijo empezara la rehabilitación, primero en el Hospital Doctor Peset -en el que nació-, combinándolo con La Fe, también en València. Mientras tanto, le apuntaron enseguida a natación, actividad que no ha dejado, y poco después en un centro de estimulación temprana. Sin embargo, las sesiones intensivas se interrumpían en seco, siempre cada mes, por lo que sus progenitores insistieron a su neurólogo que Andreu se estaba estancando. Entonces les habló del Vithas IRENEA Aguas Vivas, en la provincia de Valencia.
La neurorrehabilitación de Andreu en Vithas IRENEA
Andreu, que entonces tenía seis años en 2012, comenzó su etapa en el Servicio de Neurorrehabilitación con un programa multidisciplinar y continuo, evolucionando según su edad y superando sus pequeños objetivos. “Aquí lo tienes todo junto, fisioterapia, logopedia, cognitiva y ocupacional, no tienes que buscarlo separado. Y venimos muy contentos”, asiente María José.
Cuando entró en el hospital persistían los problemas cognitivos: se frustraba mucho, lloraba constantemente, “todo le parecía una montaña”, y se ponía “muy espástico”, además de ser “mal comedor”, recuerda su madre. No obstante, se han esfumado ciertas cosas importantes. “Pese a que su lesión siempre estará presente –la marcha y la manipulación de objetos-, emocional y conductualmente ha mejorado mucho desde su ingreso, siendo capaz de identificar y gestionarlo”, reconoce la neuropsicóloga de Vithas Aguas Vivas. Aún así, persisten déficits en atención y capacidades visoperceptivas y visoconstructivas, así como en algunas funciones ejecutivas, pero a nivel cognitivo tiene pocas dificultades. Sus objetivos principales se centran ahora en lo motor: fisioterapia y terapia ocupacional, con actividades básicas en la vida diaria (vestirse, bañarse, etc.).
¿Cómo es el día a día de un joven con parálisis cerebral infantil?
Andreu siempre va a todas partes con su andador. Desplazarse le supone un esfuerzo considerable, con su marcha agazapada característica de su parálisis cerebral, caminando como si fuera en cuclillas. Pero ya ha conseguido coger el trípode en las sesiones de fisioterapia, como también se ve más estable y más fuerte, expresa María José. Continúa utilizando un biperestador –aparato para que se mantenga recto-, haciendo los ejercicios habituales en el gimnasio, la piscina adaptada para trabajar su equilibrio y su desplazamiento, el Lokomat –máquina para poder caminar- o, anteriormente, el Therasuit, un método encarado a los niños para aumentar su fuerza muscular.
Por otro lado, el habla no se vio afectada, aunque en las sesiones de logopedia está entrenando con el ordenador para que pueda utilizarlo de forma alternativa a la escritura a mano. Comprender, razonar y comunicarse está sobradamente preparado. Todavía recuerdan los padres de Andreu que, con tres años solamente, se enseñó el número de su casa, su calle y su pueblo sin un solo fallo.
La escuela y la neurorrehabilitación
“Quisiera que adelantara más, pero son cosas que son lentas, aunque el niño no se ha quedado estancado. Para eso se lucha”, afirma María José. Los niños como Andreu hacen jornadas maratonianas, entre la escuela y la rehabilitación, y tienen pocas horas para disfrutar en comparación con otros que no necesitan terapia. “Por eso, la pauta ha sido que encuentren el espacio para jugar y disfrutar”, dice Noguera. No en balde, todos los terapeutas que conocen a Andreu sienten predilección por su personalidad “encantadora, alegre y entusiasta”. También su “inteligencia, esfuerzo y trabajo”. Él dice que “no es para tanto”, aunque los rehabilitadores certifican que Andreu acoge e integra a todos sus compañeros principiantes. Hasta fue un año presidente infantil de la comisión de la falla de Vithas IRENEA.
Andreu siempre quiso ser futbolista. En realidad todos los deportes por igual le gustan, pero el balompié es su pasión. En el Servicio de Neurorrehabilitación ha crecido como portero, haciendo “paradas legendarias”, recuerdan sus terapeutas. Él siempre insistía a su madre que le apuntara a un club o alguna academia. Fue Cedric, el fisioterapeuta de Vithas IRENEA que estaba a su cargo en esos momentos, quien llamó al Levante Unión Deportiva por si podían ficharlo. Dicho y hecho, el terapeuta mandó un vídeo especificando su parálisis y lo que había avanzado durante las sesiones. Andreu hizo la prueba y entró en el equipo.
El fútbol en la vida de un niño con parálisis cerebral infantil
La sección de iniciación tiene en sus filas a personas con diversidad funcional, que se denomina Escuela de Discapacidad Intelectual (EDI). Sucede que Andreu, quien sufrió un paralisis cerebral infantil, no se asemeja a sus otros compañeros. Su equipo cuenta con chavales que tienen síndrome de Down, asperger o autismo, entre otros. De hecho, es el único que juega con su andador sobre el césped. Su posición en el campo, defensa central.
En las instalaciones donde entrenan, el Polideportivo Quatre Carreres, él hace estiramientos, ejercicios, pasa la pelota, despeja y hasta chuta. Ahora bien, lo tiene más limitado que los demás. Lleva ya tres años en el club y, por el momento, no ha entrado en las convocatorias de partidos amistosos que organizan de vez en cuando. “Si yo caminara sería portero”, revela Andreu, reconociendo que sería difícil mantenerse en pie si tuviera que parar un disparo.
Cada año, en agosto, acoge el estadio Ciutat de València la presentación oficial del equipo granota, entre ellos Andreu Chaparro, para su afición. No en vano le entregaron un premio, junto a otros compañeros, al jugador número cien por sus valores humanos. Razón de más para que el Levante UD ocupe su corazoncito… solo a medias. Y se sincera: “Te voy a decir la verdad. Yo soy del Valencia CF –el eterno rival-, pero como el Levante me dio una oportunidad, los quiero mucho por igual”, confiesa.
Su padre, choto reconocido, le ha inculcado desde bien joven los colores valencianistas en los partidos que ven por la televisión. Y el ídolo predilecto de Andreu, que ahora se ha retirado, es el goleador David Villa, “que estaba en el equipo japonés del Vissel Kobe, en el mismo que Andrés Iniesta”, puntualiza. Tiene guardado en su cerebro toda la información futbolística como si se tratase de una enciclopedia.
Andreu entra en el Servicio de Neurorrehabilitación enfundado en su equipación oficial del Levante UD. Hoy irá al entrenamiento después de las sesiones en el Vithas IRENEA Aguas Vivas, como todos los jueves. Suelen ejercitarse dos días a la semana, pero sus padres prefieren no saturarlo en exceso. Las distancias que separan a Vithas IRENEA, 42 kilómetros desde Alcàsser, aumentan cuando finaliza su rehabilitación y se van raudos y veloces al entrene, otros 53 kilómetros. Incluso a veces comen dentro del coche un bocadillo para procurar que su hijo no se pierda ninguna sesión de camino a su terapia diaria tras finalizar las clases de su primer curso de ESO.
«Andreu ha congeniado con sus compañeros de instituto»
Tal y como cuenta su madre, «en la anterior escuela de Primaria, en Torrent, tenía rampas y cuidadora, facilidades perfectamente adaptadas de las que en el instituto -es el único alumno con movilidad reducida- carecen por ahora». Otro asunto son los compañeros de Andreu. Todo el grupo ha congeniado enseguida con su carácter afable. Y, claro está, “flipan”, según dice, con que esté entrenando con un equipo de máximo nivel.
La familia ha procurado centrar su vida en Andreu, en que sea lo más feliz posible, con el fútbol o con todo lo demás. Hace un tiempo, María José decidió volcar sus esfuerzos hacia su retoño al cien por cien tras cerrar la fábrica de plásticos en la que trabajaba. La abuela de Andreu, ya mayor, no podía asumir las tareas que necesita su nieto. De igual forma, su padre, camionero de profesión, muchas veces lejos del hogar. De hecho, su madre es una súper heroína para su hijo: “Es la mejor mamá del mundo”.
Por otra parte, en las cenas en las que se juntaban con sus amigos, veían como los otros niños se iban a jugar, a correr o a saltar. Mientras Andreu se quedaba en la mesa. Afortunadamente, existe una asociación de parálisis cerebral, AMMEC, encarada a organizar actividades de todo tipo para que niños y padres se relacionen de igual a igual.
Escribiendo su propia historia
La vida pasa muy rápido para Andreu Chaparro Martínez. De hecho, está pasado de niño a adolescente a la carrera y ya está planteando preguntas y respuestas de calado. “Me doy cuenta de que sé que no podré ser nunca futbolista”, susurra en voz baja. Pensando en su futuro: “Cuando me cure, si es que me curo, espero que sí, yo a lo que me quiero dedicar es al mundo de los videojuegos. ¿Por qué no puedo serlo, si se juega sentado?”, preconiza. Quién sabe si de mayor podría ser un reputado profesional en el campo de las consolas.