Participantes en el VI Concurso de Microcuentos Navideños de los Hospitales Vithas

Ya conoces a los ganadores del Concurso de Microcuentos Navideños de los Hospitales Vithas. Pero estos no han sido los únicos relatos destacados. La sexta edición de este certamen ha contado un año más con un gran número de microcuentos de gran calidad. Te invitamos en este post a leerlos todos y compartir el talento de sus creadores. También puedes leer los ganadores aquí.

Relatos del VI Concurso de Microcuentos Navideños de los Hospitales Vithas

La Navidad, por Enric

El recinto está bien amueblado, las mesas, sillas, cuadros, alfombras, y ornato en general se exhibe con armoniosa desproporción. Es evidente que detrás de la elección de cada elemento hay un decorador, o decoradora, o ambos a la vez, quizá un equipo, probablemente amigos además de compañeros, de los de verdad. Aunque también está la posibilidad que se odien, como los de mentira, en forma de porciones desiguales mirando todos al mismo punto con visión en paralelo, distorsionada, quizá cruzada. Así es el pelotón, las personas, el individuo.

A finales de año es distinto, momento de ponerse melancólico, con triste ambiente y fácil sonrisa. Yo continúo siendo el mismo, la tribu cambia, será por el frío, tal vez, como siempre, porque rumia lo que la educación, sociedad, y miserables anuncios le obligan, y se inclina hacia el despótico lado que la balanza le dicta. Como decía, yo continúo siendo el mismo, con mis pequeños defectos y grandes virtudes, aunque me presente al mundo de otra forma, como quiero que me vean, probablemente debido a que mi imperativo carácter esté dominado por el grupo… o tal vez no.

La Real Navidad, por Fernando Navarro Quintanilla

Había un lugar, donde se encontraban reunidos muchos participantes de las pasadas Navidades. Cada uno, se había ocupado de hacer realidad los sueños de sus semejantes, cada uno lo hacía de acuerdo a sus posibilidades. Uno construía muebles, otro hacía coches, el otro era militar de la U.M.E., otra era profesora y la otra era auxiliar de enfermería. Cada uno con un poco de esfuerzo, hacían que se cumplieran los deseos del resto de las personas.

Tres reinas magas, por Carlos Solis

La noticia corrió como un rayo por todo el hospital. Los Reyes habían publicado en su página de internet que esa Navidad no podrían venir. Había una razón: se habían desbordado ríos y mares por culpa del cambio climático, y los 3 Reyes quedaron incomunicados. ¡Era imposible que salieran de su casa en Oriente!
La desilusión llegó a la planta de rehabilitación, donde niños y mayores ya habían escrito las cartas con sus mayores deseos. Uno pidió poder andar, otro hablar, otro recordar el nombre de sus amigos… y así todos. Pero parece que no podría ser. ¡Menudo chasco!! Cuando llegó la noche de Reyes todos fueron a dormir bastante tristes. Se cuenta que, tanto niños como mayores, esa noche soñaron que caminaban, recordaban, hablaban… Era un sueño tan real que parecía estar pasando de verdad!
Yo no sé si fue sueño o realidad. Cada uno que crea lo que quiera, pero por la mañana aparecieron en el hall las pisadas de 3 personas. Y hay quien asegura haber visto de madrugada a 3 chicas vestidas como si fueran terapeutas repartiendo juguetes por las habitaciones. ¡Fue una auténtica noche de Reinas!

La estrella de la Navidad, por Doha Dehbi

Margarita no tenía familia. Solo la incondicional compañía de su perro, Blacky, que la cuidaba mucho y siempre la recibía con alegría. Aquella mañana fría de diciembre, Margarita dio de comer a su perro y se marchó al trabajo. Al acabar la jornada pensó en comprar un árbol navideño para decorar su hogar en estas fechas. Y así lo hizo, y regresó a casa.
¿Y sabéis quién se le abalanzó al entrar por la puerta? Efectivamente, Blacky, a quien tanto quería… Juntos decoraron el árbol, cenaron mirando el cielo repleto de estrellas, y se acostaron a dormir. Pero cuál fue la sorpresa de nuestra protagonista que a la mañana siguiente el animalillo no estaba. Rápidamente fue a la policía a contarles lo sucedido. Estos emprendieron la búsqueda, pero no hallaron ni rastro del animalillo color carbón. Lo único que sabemos es que al regresar a casa, allí en el portal, esperando a su dueña, estaba Blacky con una estrella brillante en la boca. No sabemos si fue el abrazo que se dieron, o que la estrella provenía de algún lugar especial, que fue la que pusieron en lo alto del árbol, y la que, aunque apagasen las luces, seguía brillando…

La vela del zapatero…, por Damares Pereira de Souza

Había una vez un pobre zapatero que vivía en una cabaña en el cruce de una carretera cerca de un pequeño y humilde asentamiento. Como era un buen hombre y quería ayudar a los viajeros que pasaban por allí de noche, dejaba siempre una vela encendida en la ventana de su casa para guiarlos. Y a pesar de su enfermedad y hambre nunca dejo de encender su vela.
Luego vino una gran guerra y todos los jóvenes se fueron a combatir al frente dejando la ciudad aún más pobre y triste.
La gente de la aldea, al ver la persistencia de ese pobre zapatero que continuó viviendo su vida lleno de esperanza y amabilidad, decidió imitarlo y esa noche, que era Nochebuena, todos encendieron una vela y la pusieron en la ventana más grande de sus hogares, iluminándose así todo el pueblo. A medianoche, las campanas de la iglesia comenzaron a sonar y anunciaron las buenas noticias: la guerra había terminado y los jóvenes regresaban a sus hogares. Todos gritaron a un tiempo: ¡es un milagro!
A partir de ese día, en ese pueblo, encender una vela se convirtió en una tradición para celebrar la víspera de Navidad.

El milagro, por Dídac de la Fuente Garrido

Había una vez un hombre que trabajaba en las construcciones de un pueblo. Él, que siempre realizaba su oficio con esmero y diligencia, era uno de los mejores trabajadores que tenía la empresa. Pero con el paso del tiempo, un día inesperado, este hombre tuvo un accidente. Se cayó desde un andamio encima de las barras de hierro que había para construir un nuevo edificio. Lo llevaron al hospital y lo escayolaron entero.
Se pensaba que, en adelante, el hombre no iba a poder caminar nunca más. Esto le provocaba una enorme frustración al hombre y a toda su familia pues pensaban que se iba a quedar paralítico y no sería capaz ya de usar sus piernas. Pero pasaron dos años y por arte de magia, en Navidad, de repente empezó a caminar y toda su familia pensó que había sido el regalo que llevaban dos años pidiendo desde el accidente.
Desde entonces, todas las navidades se reúnen para rememorar ese milagro y cada generación lo recuerda como el milagro de la familia.

El mejor regalo, por Samar El Adraqui Ksiiksou

Una misteriosa noche de Navidad, Pablo y su madre salieron a pasear por la ciudad. Todas las tiendas resplandecían adornadas con luces de infinitos colores, y aunque todas llamaban mucho la atención, Pablo se detuvo delante de un escaparate y se quedó mirando fijamente una bola de cristal, una de esas que al agitarlas se inundan de nieve. Se la pidió a su madre insistentemente, pero ella se negó, y Pablo se puso triste…
Así que él pensó… “se la pediré a Papá Noel‘’, y cuando fueron a verlo al centro de la ciudad, este le preguntó: “¿Qué quieres para Navidad, hijo?”. Pablo se quedó en blanco y respondió: “Hmmmmmmmm, nada. No necesito juguetes para ser feliz porque el mejor regalo es la compañía de mis padres”. Y le abrazó y volvió con su madre. Entonces, de vuelta a casa, fue la madre la que se detuvo en el escaparate a observar la bola. Su hijo le preguntó: “Mamá, ¿por qué estamos aquí?” Y esta le respondió: “Mira, la bola de nieve lleva dos muñequitos que están acompañados y se cuidan. Esto simboliza tu mensaje. La buena compañía, como nosotros, es el mejor regalo”. Toma el dinero, entra y cómpralo.

Una niña artista, por Cristina Butnari

Había una vez una niña artista a la que le gustaba mucho bailar y cantar, pero sobre todo le apasionaba dibujar. Siempre que tenía ocasión, esta niña tomaba un trozo de papel o cartón blanco, un lápiz y colores, y hacía un dibujo. En una ocasión dibujó a su hermana mayor y se lo enseñó a sus padres. En cuanto vieron el retrato, sus padres pensaron que su hija tenía un don artístico especial así que le regalaron un bloc para que practicase.
Cuando ella abrió el regalo se puso muy muy contenta. Y tan agradecida estaba, que cuando llegó la Navidad de ese año, como no tenía que ir al cole y podía hacer lo que le apeteciese, todos los días bajó al parque a dibujar las escenas bonitas que veía para regalarlos a mucha gente. Y así fue como en muchos hogares de aquella localidad, las paredes se llenaron de escenas preciosas y tiernas del día a día: niños jugando en los columpios, abuelos cuidando de sus nietos, novios paseando de la mano, pájaros en los árboles, el cielo azul o rojizo…

Carta de despedida, por Talita Santos Silva

Érase una vez una chica muy guapa que vivía en una finca lejos de la ciudad. Vivía sola con su padre. Los dos se cuidaban mucho mutuamente pero había un problema: su padre estaba muy enfermo y ella era aún muy jovencita y estaba llena de ilusiones. La Navidad estaba a punto de llegar pero como su padre no estaba trabajando no disponía de dinero para comprarle un regalo y tampoco tenían apenas comida para los dos. Entonces la chica, apenada por la situación, le dijo a su padre:
Lo siento, Papá, pero yo no puedo estar así contigo. Me voy. Voy a buscar un trabajo y cuando haya reunido suficiente dinero volveré a buscarte.
Entonces, la chica se marchó dejando así a su padre. Y fue un año más tarde, cuando hubo conseguido suficiente dinero, que volvió, pero ya era demasiado tarde. Su padre había fallecido recientemente, pero antes de hacerlo, le dejó una carta a la hija que decía:
Querida hija mía, te entiendo por haberte ido. Siento no haberte esperado, ya no me quedaban fuerzas… Te quiero mucho y espero que seas muy feliz. ¡Feliz Navidad!

Regalo de Navidad, por Lluís Chesa Parra

Era la víspera de Navidad, así que unos amigos, para celebrarlo, decidieron ir a pescar. Eran cuatro inseparables: Andrés, Lluís, Ferran y Pau. Esa noche quedaron, se prepararon y se fueron a pescar a las calas de Alcocebre. A ellos les gustaba mucho pescar en estas épocas de invierno y les encantaba ir a ese lugar porque siempre que iban sacaban muchos peces.
Transcurría la noche felizmente entre risas y buena pesca cuando de repente pasó un hecho que hizo que esa noche marcara sus vidas para siempre. Pau se disponía a lanzar la caña cuando repentinamente se cayó en un agujero que había entre las rocas. Se quedó inconsciente por unos momentos. Sus amigos tuvieron que sacarlo del agua, recoger todo el material e irse rápidamente al hospital más cercano.
Como era Nochebuena tardaron bastante en atenderlos. Por fin se llevaron a Pau adentro… Después de unas horas salió el médico y les dijo que su amigo había entrado en coma. Por un tiempo se temieron lo peor, pero al cabo de unos días, Pau despertó sin secuelas. Todo había quedado en una pequeña anécdota que contar. Y los 4 felices y fuertes, volvieron a retomar juntos la pesca.

Las navidades de mis sueños, por Angélica Torres Alfaro

Mis navidades no siempre habían sido como yo esperaba. Todos los años me solía quedar en casa cuando llegaban estas fechas sin ganas de relacionarme con nadie, ni de quedar con amigos ni de estar con mi familia… Pero estas navidades tenía ganas de probar algo diferente sin miedo a lo que pudiera pasar. Me junté con mi abuela, que para mí es como mi madre y decidí proponerle un plan.
Abuela, sé que en esta familia nunca nos han venido las ganas de la navidad pero ¿qué tal si probamos a llamar a todos tus hijos y todos tus nietos y nos juntamos como una verdadera familia? Yo te ayudaré a organizarlo todo.
Mi abuela aceptó y nos pusimos manos a la obra. Empezamos llamando a toda la familia, y todos quedaron sorprendidos cuando escucharon el plan. Al final convencimos a todos. ¡Claro que sí!
Mi abuela y yo juntas fuimos al supermercado, compramos la cena y como lo que más nos gusta es cocinar, preparamos la cena y organizamos todo detalle de una forma navideña especial. Todos quedaron sorprendidos y todos ponían una sonrisa en la cara, algo que nunca había visto desde que mi abuelo falleció.

Ángel caído, por Saúl Pina Martín

Jordan era un niño de 13 años, estudioso, sensible y educado. Un día en clase se percató de que la profesora estaba triste aunque lo intentara disimular. Hablando de las Navidades, la profesora rompió a llorar. Contó a sus alumnos que su hijo de 11 años había sufrido un traumatismo cerebral y que esas fiestas navideñas iban a ser las primeras después del accidente. Jordan se levantó para darle un abrazo. Seguidamente toda la clase lo hizo también.
Ese día el joven se fue a casa pensando, y es que él vivió una experiencia muy similar. Su madre falleció por un ictus, y su padre desde muy pequeñito cuando veía por la calle una pluma de paloma siempre le decía que era una de las alas de mamá, del Ángel que lo protegía infatigablemente.
Jordan guardaba un frasco de perfume de su madre. Lo conservaba con infinito amor. Cuando entraron a clase al día siguiente, el joven le entregó a la profesora la fragancia. Ella se la puso y a partir de ese momento comprendió y aceptó… Y empezó a dar las clases de otra manera, priorizando los valores que verdaderamente importan en la vida, priorizando el amor.

Se olvidó de la Navidad, por Ana María Colino

Esto fue una historia de una persona que desde muy pequeña vivía las fiestas navideñas muy felices y como crecía seguía viviendo las fiestas como cada año, junto con su familia y amigos, un tiempo en el que ella había creado su familia y quiso que sus hijos crecieran con esos principios y así fue. Un día a esta persona le dio una enfermedad llamada ictus y fue muy duro ya que hay que trabajar mucho. Su sorpresa fue que se olvidó de muchas cosas y una de ellas fue la Navidad.
Cuando llegaron esos días ella no sabía por qué había tal bullicio y no soportaba todos esos actos ni se quería juntar con gente, ni poner adornos, nada de nada. Con el tiempo, a las siguientes Navidades empezó a darse cuenta que todo eso siempre le había emocionado y se puso un límite: que si había sido capaz de ir superando algunas cosas iba a querer retomar, si no todo, sí parte de la Feliz Navidad. Hay que luchar por lo que se cree. ¡FELICES FIESTAS!

Tal como eres, por Lourdes Ibáñez

Había una vez un niño llamado Marcos. Su familia vivía en España. Un día se tuvieron que mudar a Nigeria porque a su padre le ofrecieron un trabajo mejor.
En el colegio a Marcos todos le trataban diferente porque era blanco y los demás eran más morenitos.
Marcos estaba muy harto de que le insultaran y decidió pintarse con el maquillaje de su madre un poco más moreno.
El siguiente día, se fue al colegio y le trataron como un niño más, consiguió, a lo largo de los días, entrar en el equipo de fútbol, y ser uno de los niños más populares.
Al cabo de los meses, tenía que jugar la final del torneo, pero estaba lloviendo. Quedaban cinco minutos y de repente a Marcos se le corrió el maquillaje. Todos se sorprendieron, pero se dieron cuenta de que no tiene que juzgar a la gente por su color si no por el interior.
Y fueron felices para siempre.

Soy porque son, por Vanessa Pérez

Una ducha rápida porque el calentador eléctrico tiene poca capacidad. Eso sí, con música porque me ayuda a saber cuántos minutos llevo a remojo. No, ninguna es de Navidad. En verdad odio los villancicos. Y ¿ahora qué me pongo?. Vamos a comer a casa de la tía. Mi tía de siempre, su familia de siempre, su casa de siempre. Pero no está bien si voy con la ropa de siempre. Vale, me disfrazo. Me miro en el espejo: look navideño activado. Carretera y manta.
Llegamos a casa de la tía. ¡Qué bien huele! ¡Gambas! (oh, my God!) Risas. Interés mútuo. Sentir aprecio de ida y vuelta. ¿Quedan gambas? Siento el calor pero, sobre todo, sentido de pertenencia. Con los años ir descubriendo quién soy y qué de eso es de cada quién. Y qué de mí hay en ellos. Con los años ir descubriendo la capacidad de amar y dejarse amar. Con los años entender más y reprochar menos. Quizá esa es una de las cosas que más me gusta de la Navidad. La foto de quién soy (somos) año tras año. Saber que soy porque son. Agradecer. Olvidar que unas horas antes no me quería poner un disfraz. Sonreir.

Cuento de Navidad, por Ariadna García

Días blancos y noches frías como el hielo.
Con la nieve se pueden hacer muñecos de gran tamaño a los que les puedes añadir carlotas, botones y bufandas, además de una escoba.
Esa noche miré al balcón, contemplé las estrellas y al instante vi pasar una estrella fugaz, entonces pedí un deseo y por arte de magia se formó un conejito con las estrellas y las nubes.
Enseguida llamé a mi mama y le dije: “mama, mama, mira el conejito”.
Casi, casi, era la hora de hacer el clásico pudin de mi abuelita así que mi madre se fue a preparar la cena.
Cuando nos fuimos a la cama le dejamos a Papa Noel un vaso de leche y una tartaleta de frutas, al día siguiente, al levantarnos me encontré con una gran sorpresa, allí acurrucado en su jaula, había un pequeño conejito, era marrón clarito como el color del café con leche.
Ese pequeño conejito se convirtió en un miembro más de la familia.
Seguimos abriendo regalos y aún me esperaba un gran momento, al lado del conejito vimos un sobre de color rojo, dentro había una carta de Papa Noel que decía: “Ariadna estás invitada a mi casa de Laponia para que conozcas este mágico lugar, viajaremos en trineo, arrastrado con mucho amor por nuestro queridísimo Reno Rudolph.
La Navidad fue muy Feliz como pedí en mi deseo de la estrella fugaz.

La conciencia, por Rosario Lloret y Cristina Sánchez

Por estas fiestas navideñas, debido a la gran acumulación de vehículos, sucede un accidente. Se ven bastantes coches involucrados y varios conductores ofreciendo asistencia.
Uno de los coches pasa de largo pensando que no es necesaria su colaboración.
El trayecto a su destino queda bastante largo, a pocos kilómetros de llegada, un coche pide asistencia pero por imprudencia de velocidad hace caso omiso.
Una vez en su destino, siendo Nochebuena, reunido con sus familiares, él se da cuenta que falta su sobrino por llegar para empezar a cenar, mientras en la espera relata lo que ha sucedido en su trayecto del viaje, suena el teléfono y la cara de su hermano cambia y se produce un silencio en la sala, la tremenda noticia es el estado crítico de su sobrino por el accidente de tráfico.
Pasadas las primeras horas y con los ánimos más calmados se entera de que la lesión cerebral que ha sufrido es irreversible.
Muy acongojado, hace un análisis de sus últimas 24 horas vividas y sintió que su conciencia le recordaba que no actuó correctamente, le acusaba de no haber asistido a los accidentados y le condenaba a vivir con esa pena cada vez que veía a su sobrino.
Moraleja: La conciencia es a la vez, testigo, fiscal y juez.

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