Un dolor de cabeza hace casi tres meses, como muchos otros dolores de los que ha tenido a lo largo de su vida, eso parecía, pero resultó ser una Hemorragia Cerebral. Así sin más, se puede pasar de estar bien, junto a tu familia, a no conocer quiénes son tu mujer, tus hijas, tus nietas… A no saber dónde estás o qué día ni qué hora es.
Nunca se me dio excesivamente bien el tema de neurología cuando lo estudiaba en la carrera. Qué complejo es el cerebro, qué difícil es poder entender su funcionamiento.
Como enfermera, en mi tiempo trabajado en la unidad de Reanimación del Hospital la Fe de Valencia, he visto a los pacientes intervenidos por múltiples problemas cerebrales (traumatismos craneoencefálicos, hemorragias…), y siempre los he visto como pacientes inaccesibles, emocionalmente hablando, desconectados de nuestro mundo, como en un espacio paralelo.
Parece que en nuestra profesión, los problemas, las patologías, sólo las padecen los demás, como si nunca nos fuera a tocar a nosotros. Pero no, nos tocan a veces y muy de cerca. Y es entonces cuando no podemos o no sabemos gestionar la situación tal y como pensábamos que lo podríamos haber hecho siendo enfermeras.
Y así, de la noche a la mañana, tras un dolor de cabeza, ves a tu propio padre, como un auténtico desconocido. Envuelto en una burbuja de cristal imaginaria. Tú le ves a él y él te ve a ti, pero no podéis comunicaros…. Qué miedo nos dio a mi hermana, también enfermera, y a mí, cuando el neurólogo nos dijo que tenía una afasia de Wernicke. ¡Cómo puede cambiar la vida en unos minutos! Ya no te puede entender, ya no le podemos entender…
Ahora, mi querido padre, me has hecho querer saber más sobre este tema tan complejo: la Neurología. Y no tengo tiempo suficiente para leer artículos o estudios sobre el tema. “Gracias” a esta desgracia, sé por fin recordar y diferenciar entre una disartria y una afasia, entre una afasia de Wernicke y una afasia de Broca. Sé diferenciar qué parte del cerebro controla cada parte del cuerpo, cada emoción, cada sentimiento. Me has hecho ver a los pacientes neurológicos como algo más que un cuerpo confuso y desorientado.
Ahora, cuando a urgencias llegan “los Ictus”, valoro más la angustia que están pasando al estar agitados, desorientados, “descolocados”. Y veo con unos ojos más críticos a mis colegas, cuando exigen a estos pacientes que se estén quietos y que no se muevan, se levanten o dejen de estar agresivos. Mis queridos compañeros, solo la medicación o la contención mecánica servirán para aplacar al paciente neurológico agitado. Pero lo que sí es efectivo, y de gran ayuda, es estar junto a los familiares, que se hallan desconsolados, desorientados, abatidos… Eso sí podemos hacer como buenos profesionales enfermeros.
¡Qué desestructuración familiar supone este tipo de patologías! ¡Qué difícil es tener que hacer el duelo en vida! cuando el cuerpo está, pero la mente, el alma, la esencia de la persona se marchó un día.
Cuánta tranquilidad da saber que tienes profesionales, compañeros, que controlan del tema, que están ahí para despejar dudas, para dar ánimos, para encontrar acompañamiento durante este proceso tan incierto, que no parece acabar nunca, que no parece mejorar y que va a ser eterno.
Muchas mañanas, cuando me despierto, creo que todo es un mal sueño, pienso que al ir ese día a tu casa, me conocerás, papá, me llamarás por mi nombre, me dedicarás una de tus sonrisillas, una de esas que ya hace meses no dibujas en tu rostro. Imagino que me cogerás tú a mí de la mano, apretándomela, y no al revés, como pasa ahora. Y que al darte un abrazo, éste será recíproco y apretarás mi cuerpo contra el tuyo, y no solo al contrario.
Pienso en que ese día pasearemos juntos, como meses atrás, junto a tu nieta, hablando de todo y de nada, del tiempo, del día a día. Imagino cómo me das consejos para que nadie me haga daño y todo me vaya bien en la vida. Te imagino silbando, en tu cuartito de la maqueta de los trenes, tu gran hobby, entretenido como siempre y feliz.
Pero no, todo esto es mi imaginación, no es un mal sueño, es la realidad, la vida misma.
Ojalá ocurra un milagro, o quizás se cumpla lo que dice la ciencia, que el cerebro es muy plástico, y se modela, y que algún día, mes o año, podamos tenerte como antes, no solo con tu cuerpo, tus ojos pardos y tu pelo blanco como el nácar, sino con tu mente, con tu alma, con tu esencia como persona.
Porque es a ti papá, y no a otro, al que le ha tocado tener los ojos de mi padre, pero la mirada de un extraño. Te quiero papá, aunque seas el único que no sepa que te lo está diciendo tu hija.
CRISTINA M.P.
Escrito publicado en la revista Enfermería Integral nº 117, de diciembre de 2017