Segundo Calvo (Picanya, 1975), transportista en una empresa familiar, estaba a punto de iniciar una partida de frontón sin importancia aparente y, súbitamente, se desplomó en el suelo mientras sus amigos le miraban atónitos. En ese momento desconocían que había sufrido un ictus cerebral. Aterrizó en el Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar con muchas incertidumbres por el alcance de sus lesiones. No obstante, desde el principio irradiaba esa fuerza vital a los pacientes y terapeutas. Tras finalizar los dos años de rehabilitación con éxito, buscó un estímulo nuevo: la carrera universitaria de Educación Social. Una formación que ha logrado culminar. Hoy es una de las personas que se superan y te vamos a contar su historia.
El ictus
- ¿Antes del ictus pensaste en estudiar alguna carrera universitaria? ¿Qué tipo de trabajo desempeñabas?
Sinceramente, lo de estudiar una carrera había pasado no a un segundo plano, sino a un tercer o cuarto. Quien me conoce jamás se hubiese imaginado que yo estuviera ejercitándome como estudiante, y menos de estudios superiores universitarios. El motivo no era porque no hubiera tenido aptitudes para una vez terminado el COU haber continuado, sino porque desde bien pequeñito fui dirigido y enseñado para desarrollar mi carrera profesional en el mundo del transporte, algo de lo que estoy muy orgulloso. Mi trabajo me ha dado unos valores en la vida que en ninguna escuela o universidad te los dan. Mi salto al mundo laboral fue a una edad bien temprana.
Ante la necesidad de contratar mano de obra en la empresa de transportes que mi padre regentaba, me vi en la tesitura de atender a lo que en ese momento era más necesario para ayudar a mi familia. Primero barriendo el almacén, después camiones de gran tonelaje. Me llamaba la atención cómo tuve que aprender y esforzarme por hacerme hueco en un mundo tan exigente, estereotipado y tradicional como este. Cuando iba conduciendo aquellas interminables noches desafiando al cansancio para mantener la mente ocupada, me surgían dudas acerca de mis expectativas de futuro. Al final, siempre acababa en un bucle sin salida en el que yo mismo me autoconvencía de que esa era la vida que me había tocado vivir.
- ¿Qué cambió cuando tuviste el daño cerebral?
La fecha la tengo grabada a fuego. Un jueves por la noche, el día 19 de noviembre de 2009. Fue todo un cúmulo de circunstancias que ahora, después de casi nueve años, tengo la certeza de que tuve mucha suerte. Me encontraba calentando en una pista de frontón, según me contaron mis amigos. Me arrodillé en el suelo y me cogí con las dos manos la cabeza -todos creían que estaba haciendo una de mis bromas habituales-, pero enseguida se dieron cuenta que esta vez iba en serio. Al ver que no venía la ambulancia y que el Hospital de Manises está a escasos 50 metros del frontón, me llevaron hasta Urgencias.
Allí, del vaivén del traslado, dicen que me desperté momentáneamente, pero volví a entrar en coma. Los médicos valoraron que debía ser trasladado al Hospital La Fe en Valencia. Sinceramente, no recuerdo nada de estos intensísimos momentos, ni mucho menos de sentir que me estaba muriendo: el archiconocido túnel de la muerte, pero yo ni tan siquiera tuve sensación de dolor.
- ¿Qué sentiste cuando empezaste a despertar?
El pronóstico pintaba muy mal. Los médicos decían que seguramente necesitaría que mis familiares me buscaran una residencia para poder vivir el resto de mi vida ayudado por terceras personas. Permanecí 18 días en coma, después de haberme intervenido del derrame cerebral, cuando vine a despertarme y a tener algo de consciencia. Recuerdo vagamente que mi mujer estaba dándome la comida y ni tan siquiera sabía coger una cuchara. Me sorprendía la cantidad de gente de mi familia y amigos o conocidos que venían a visitarme.
Al poco tiempo de estar en planta, me operaron otra vez con un elevado índice de probabilidad de que pudiera salir mal. Después, lo primero que hicieron fue familiarizarme con lo que significaba un ictus, pero no entendía lo que era esa palabra. Lo único de lo que me daba cuenta era que no podía caminar. A consecuencia de la hemiplejia se me había quedado toda la parte izquierda paralizada, además de no poder hablar medianamente bien.
- ¿Conocías el Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar? ¿Qué tiene de especial este centro destinado a pacientes de daño cerebral?
No, ni mi familia ni yo. Mi mujer y mis hermanas empezaron a indagar a través de Internet y de gente a la que le había pasado algo igual. Había varias opciones y una de ellas era el Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar. Entonces nos pusimos en contacto con la dirección. No fue fácil, porque el que debía de proceder a derivarnos era el mismo neurocirujano que llevaba mi caso, en el que nos aseguraba que no valdría de mucho. Aun así, mis familiares le insistieron y nos dio su consentimiento. El principal factor que hace a éste hospital diferente del resto, a mi juicio, es que está especializado en todo lo relativo a lesiones producidas por el mal funcionamiento del cerebro (traumatismos, ictus, etc.), desde la rehabilitación física, sensorial, cognitiva, hasta la fase de educación e información a los familiares más próximos al paciente.
Comenzando la neurorrehabilitación
- Cuando empezaste la rehabilitación, ¿eras consciente de tu situación real?
Recuerdo claramente que el día que me presenté a mis compañeros/as de terapia. Dije que no sabía por qué estaba en este hospital y consideraba que las lesiones que tenía no eran muy importantes. Claro, a lo largo de 24 meses que estuve asistiendo al hospital, fui capaz de darme cuenta del alcance. Cuando la gente te ve y les dices que tienes diversidad funcional, se extrañan y te dicen: “¿Quién, tú? ¡Pero si tú estás bien!”. Estas preguntas son las que te hacen darte cuenta de que es una lucha de por vida, que has de saber llevar y gestionar de la mejor forma posible. Esta sensación no es solo mía, es el tema de conversación entre las y los antiguos pacientes del hospital cuando quedamos alguna que otra vez al año para vernos.
- ¿Qué rehabilitación programaron los terapeutas para tu recuperación?
En fisioterapia me pautaron hacer ejercicios para mejorar la movilidad de la parte izquierda de todo mi cuerpo, tanto de la cara como del brazo y de la pierna. Yo soy de lateralidad zurda, tanto en mano como en pierna, y tuve que ejercitarme para superar mis problemas de coordinación y de equilibrio. En terapia cognitiva es la que más tiempo estuve trabajando. Yo la llamo “la lesión de los invisibles”, debido a que es la que más importancia tiene. Desde hacer operaciones sencillas matemáticas, ejercicios de atención y de memoria a corto plazo (recordar el nombre de tus compañeros o tus familiares).
En terapia ocupacional aprendí técnicas y entrenamientos que ayudaban a desenvolverme día a día en ambientes como los utensilios de la cocina, la ducha y el aseo personal. También se puso en marcha el taller de horticultura, tan importante como el apoyo y ayuda a otras y otros compañeros. En logopedia me enseñaron de nuevo a vocalizar bien, a posicionar correctamente la lengua para emitir los sonidos que tocaban para cada letra, a aprender las reglas ortográficas de nuevo y leer de forma correcta.
En terapia psicológica me pautaron a saber gestionar los cambios de humor. También, aspectos tan básicos como la resolución de conflictos, la búsqueda de alternativas, dadas las circunstancias de la imposibilidad de poder trabajar. Eso te crea un vacío y te desubica en el tiempo. Yo pasé de estar ocupado laboralmente casi las 24 horas del día y siete días a la semana a ocupar mi tiempo en ir a un hospital.
- ¿Tu familia y los amigos te apoyaron al máximo para luchar por ti?
Apoyos, sinceramente, recibí muchos y de todas partes, pero al final la ayuda la recibí mayoritariamente de mi mujer, toda mi familia y de varios amigos más próximos. Si no hubiera recibido ayuda, actualmente no hubiera podido salir hacia adelante.
- Dicen los rehabilitadores del Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar que te trataron que tú eres como el agua, transparente, y tu recuperación ha sido fantástica.
Seguramente eso se debe a que es muy fácil contagiarse y prendarse de las buenas prácticas del centro. A lo largo de estos nueve años desde que empezó mi nueva etapa en la vida, he ido encontrándome a muchas personas que cuando me preguntaban acerca de cuál era la fórmula para poder avanzar en el proceso de rehabilitación. A todas les he dicho lo mismo: perseverancia, actitud, entrega, positivismo, humildad y, sobre todo, la más importante de todas: el cambio de chip. Ha de construirse una nueva identidad, con capacidades diferentes a las que tenía antes. Serán capaces de avanzar y no quedarse por el camino.
- ¿Qué te supuso la experiencia de publicar la primera revista hecha por los pacientes del Instituto de Rehabilitación Neurológica, Poquet a poquet?
En la elaboración de la revista no éramos conscientes del valor y de la importancia que para nuestra rehabilitación suponía. Cuando empecé, yo pensé: “¿Y yo que digo, si no soy capaz ni de recordar el nombre de mis hijas?”. Después me ilusioné mucho. Las personas de mi entorno me comentaban que me habían visto en Poquet a Poquet y que les había gustado mucho.
- ¿Continúas en contacto con tus compañeros ex pacientes y rehabilitadores?
El paso por el hospital hace trasladarte a otra dimensión de lo que es la vida. Las terapias a las que asistíamos hacían que estableciéramos una complicidad al cabo del tiempo y te hacía sentirte que no estabas solo. Compartimos sensaciones, emociones, incertidumbres, experiencias, rabietas, inquietudes… que terminan por establecer un vínculo y por convertirse en amistad. Esto se suele materializar a través de encuentros, aprovechando que se celebra alguna fiesta en el que nos juntamos. Creo que es una de las acciones que más me agradan. De alguna manera, motivamos a las y los profesionales a seguir insistiendo en continuar con su trabajo.
Estudiando una carrera universitaria
- ¿Cuándo surgió la posibilidad de cursar una carrera? ¿Por qué ésta?
No surgió como una idea organizada ni premeditada. Todo empezó a gestarse cuando mi hermana Reme, ya desde mi salida del Hospital La Fe, empezó a decirme que había estado investigando por Internet que existían estudios que hablaban de que si ejercitaba el cerebro podría suplir las zonas dañadas y volvería a trabajar, en otro ámbito que no fuera el transporte. Empecé casi en secreto, a espaldas de las terapeutas, a prepararme las pruebas de acceso al grado superior de Integración Social. Lo superé a duras penas y a partir de ahí fui progresando lentamente.
Fue durante el periodo de prácticas. Tras pasar por un centro de menores, descubrí que tenía una muy buena sintonía con este colectivo de personas y eso me abría el camino hacia un nuevo panorama. Tomé la decisión de matricularme en la carrera de Educación Social. Al principio sonó como una de tantas otras ideas excéntricas propias de mi lesión cerebral, pero yo insistí. Ademças, mis dos hermanas también se matricularon de lo mismo, mientras que la tercera se apuntó a un grado superior de Farmacia, y mi mujer a una oposición del Ministerio de Justicia. Fue un efecto Pigmalión en toda regla.
Lo viví con emoción e intensidad, como si el reloj se hubiera detenido en el tiempo y me hubiera regalado de una tacada 20 años de golpe. Todas y todos mis compañeros me superaban en todo: en atención, en rapidez mental, en memoria a corto plazo, en técnicas de estudio… Fue tal la presión que a la semana de empezar las clases estaba diciendo que me había equivocado. Pero yo me aferré a mi mejor herramienta, la actitud ante la vida, y no estaba dispuesto a desaprovecharla. Empecé la carrera con el objetivo principal de “rehabilitarme”, y terminé al cabo de cinco años. Aunque sé que he mejorado mucho, todavía me queda mucho camino por recorrer.
- ¿En qué consiste la carrera de Educación Social? ¿Qué dificultades has tenido?
La carrera es nueva, y casi siempre la confunden con la de Trabajo Social o Asistente Social. La Educación Social pretende responder a los diferentes tipos de necesidades educativas y sociales en las diferentes áreas de la educación no formal: educación de adultos, formación en la tercera edad, reinserción social de personas inadaptadas o con diversidad funcional, etc. El tránsito por esta carrera ha hecho que cambie por completo mi forma de pensar, de entender los problemas sociales, la política, las personas y la sociedad en todo su conjunto.
De las asignaturas que más me han costado destacaré una en la que llegué casi a la extenuación, que fue el Trabajo de Fin de Grado. Lo que a mí me suponía elaborar un texto de 10 o 20 líneas unas dos o tres horas, a muchas les suponía tan solo diez minutos. Eso me descomponía por dentro, pero ahora que lo he conseguido estoy más que orgulloso.
- ¿Has comenzado hace poco un máster? ¿Te apetecería probar otra carrera?
Realizar un máster exige mucho, por eso he decidido realizarlo en varios años. He elegido el máster en Acción Social y Educativa porque está muy relacionado con la carrera de Educación Social. También me gustaría estudiar el Grado en Ciencias Gastronómicas por la Universitat de València.
Volveré a trabajar…
- ¿Has pensado trabajar tras el accidente cerebral?
Yo vengo de haberme criado en el seno de una familia emprendedora, donde he aprendido a buscarme las habichuelas desde bien pequeño. Si algún día vuelvo a trabajar, lo que sí que tengo claro es que ha de ser en algo que sea vocacional, preferiblemente en el tercer sector, porque es lo que realmente me llena. Ahora que he terminado la carrera, cada vez soy más consciente de que podría desempeñar la función de la inserción e integración de actividades de la vida diaria más básicas, acompañamiento y empoderamiento del paciente para alcanzar su plena autonomía y la recuperación cognitiva al terminar el proceso hospitalario.
- ¿Qué limitaciones crees que tienes en tu vida diaria?
La gran parte de las lesiones no se perciben a simple vista. He de luchar diariamente en cualquier trabajo en el que me desenvuelva en un futuro con mi limitación cognitiva, visual, psicomotriz, etc. Las limitaciones visuales no existen alternativas técnicas hasta el momento que puedan suplir la falta de campo de visión en los dos ojos. Aún con todo, el día a día me lo planteo con mucha ilusión, dosis de humor y humildad. Tengo muy presente el lema de la carrera solidaria que realicé con mis hijas estando todavía en el Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar, que rezaba así: “Detrás de cada logro hay otro desafío. Haz que en vez de lástima te tengan respeto”.
Fuera de lo que es el trabajo, lo que me resulta más complicado es no poder realizar los deportes que más me han gustado, que son los de ir en cualquier vehículo que lleve ruedas. Sigo teniendo mucha añoranza, sé que algo tan simple como ir en bicicleta es muy contraproducente para mí, porque no tengo la atención suficiente como para poder responder a cualquier imprevisto. Sin embargo, sí que soy capaz de poder manejar, junto a una persona invidente, un barco de vela del Club Náutico Un mar sin barreras.
- ¿Crees que las empresas públicas o privadas están apostando por contratar personas con diversidad funcional?
Particularmente creo que nunca son suficientes. Existe la creencia que este colectivo disfruta de unas condiciones más beneficiosas, pero existe mayor dificultad para poder optar a trabajar en empresas pymes y autónomos, ya que las ayudas que ofrece la Administración siguen sin cubrir los gastos. Esta situación es diferente en las empresas multinacionales y las del sector público, al tener márgenes más amplios, pueden dedicar más recursos propios a contratar a personas con diversidad funcional.
- ¿Has probado alguna afición nueva tras el ictus?
Como ahora dispongo de más tiempo, he descubierto que la cocina se me da muy bien. Eso sí, sin prisas, sin presión, puesto que mi atención, al igual que mis tiempos de ejecución, no son iguales que los de una persona en condiciones normales. Otra afición a la que me he entusiasmado es a la de disfrutar de la convivencia con mi mujer y mis hijas. Ésta me ha costado asimilar por mi antigua profesión de transportista. He aprendido a ser “amo de casa” y he intercambiado los papeles tradicionales de la sociedad patriarcal que todavía se siguen reproduciendo.
- ¿Te has parado a pensar lo que has logrado hasta el momento desde que entraste al Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar?
Es cierto que el estrés del día a día no lo tengo como lo tenía antes, pero yo no estoy parado. Atender mi casa y mis hijas también me lleva mi tiempo, además de los estudios. Llegar a obtener una carrera universitaria requiere de mucho esfuerzo y dedicación. A día de hoy, es lo que me ha hecho resurgir de las cenizas. Vuelves la vista atrás y me emociono. Y más cuando te encuentras a alguien que hacía mucho tiempo que no veías y le cuento lo que me pasó y a lo que me dedico ahora y me dicen: “¡Vaya tela, quién te ha visto y quién te ve! ¿Cómo lo has hecho? Si a mí me hubiera pasado algo de eso no sería capaz de ponerme a estudiar, a mi edad, imposible”.