Una ex paciente del Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar, María José Aguilar, que sufrió una lesión medular total, viaja montada en su bicicleta adaptada a su silla de ruedas para mostrar en su blog rutas accesibles para todo el mundo en plena naturaleza.
Rodando pasos firmes por un mundo sin barreras
María José Aguilar (Picanya, 1980) sintió la llamada de la naturaleza desde su niñez. Sus recuerdos pasan por los tórridos veranos en el pueblo de sus padres, Alcaraz (Albacete). Allí le brotó su pasión hacia el medio ambiente. Cada mañana, cuando salía el sol, su abuelo la montaba en la burra para ir a la huerta a admirar el paisaje mientras contemplaba con curiosidad todas las plantas y los animales que la rodeaban.
Contribuyó a aumentarla su propio padre, que por aquel entonces trabajaba de leñador, por lo cual le explicaba la diferencia entre árboles y matorrales cuando se escapaban los fines de semana al monte. Por último, aquellas tardes en casa frente al televisor, esperando a que sonara la música que anunciaba el programa “del grandísimo Félix Rodríguez de la Fuente”, El hombre y la tierra, la empujaron a proseguir su propio camino. “De su mano y voz conocimos la impresionante riqueza natural de la península ibérica. ¡Como se le echa de menos!”, rememora María José.
Ávida por estudiar lo que más le atraía, la naturaleza, finalizó Ingeniería Técnica Agrícola, y a continuación estaba a punto de concluir el proyecto final de su segunda carrera, Ciencias Ambientales, mientras trabajaba en una planta de gestión de residuos sólidos en València. En esos años universitarios, a María José, o Majo para sus amigos, le motivó ayudar a los demás y, en el 2002, pasó a ser miembro de SEO Birdlife, una ONG que defiende la conservación de la ornitología, tras realizar su primer voluntariado ambiental con esa organización en la reserva de Riet Vell, en el delta del Ebro. También tenía afición al senderismo, aunque aquel agosto de 2013, cuando partió con sus amigos hacia tierras aragonesas, le depararía un drástico vuelco a su vida.
“Estábamos pasando un fin de semana en Mora de Rubielos. Ese domingo hacía mucho calor, y decidimos ir al río a bañarnos y pasar la mañana”, recuerda. Siguiendo la senda, según las instrucciones pertinentes, en la zona de los estrechos del Mijares, María José se precipitó al vacío por un barranco. De ahí a la nada más absoluta. “Por lo que me han contado, el rescate fue muy complicado. El helicóptero primero me trasladó al Hospital Obispo Polanco de Teruel, y tras una primera exploración, tomaron la decisión de desplazarme a Zaragoza, puesto que las lesiones eran demasiado graves”, relata. Sus padres, que se desplazaron enseguida hasta Teruel, solicitaron “encarecidamente” llevarla a Valencia, “pero por motivos burocráticos no se pudo hacer”.
En el Hospital Miguel Servet de la capital aragonesa estuvo ingresada 74 días en la UCI. “Fueron cinco operaciones, el principal y más peligroso era el traumatismo craneoencefálico, pues ni los médicos sabían cómo iba a evolucionar”, dice María José: “En septiembre me operaron de la espalda. 18 tornillos y dos placas de titanio forman parte de mí ahora”. Ella explica que fue un éxito, aunque se encadenaron complicaciones de todo tipo, “infecciones pulmonares, sanguíneas y varias crisis cardiorrespiratorias”. Fue la última operación, la rodilla derecha.
María José no recuerda cuándo se despertó del coma: “podría ser a los 10 días del ingreso en la UCI”, pero las primeras palabras que surgieron de su boca las pronunció en perfecto valenciano, y no en castellano, su lengua materna. No obstante, sí que fue muy consciente de que no sentía las piernas y que no volvería a caminar. “Tras este breve despertar, sufrí una crisis, me sedaron y pasaron 64 días más hasta que, poco a poco, me devolvieron la conciencia, retirando la sedación. Había sobrevivido contra todo pronóstico, y pasé a planta”, revive. Aprendió otra vez a comer, a ejercitar la respiración, a la movilización corporal y a un sinfín de retos en el que se enfrentaría, a partir de noviembre de ese mismo año, al proceso rehabilitador en el Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo.
“Los inicios fueron muy duros”, recuerda María José. Había perdido 20 kilos y la primera comida sólida la tomó en ese mismo hospital. Las noches eran “eternas” porque no podía dormir, y también sufría muchos dolores. Sin embargo, descubrió algo de lo que no se separaría jamás: su silla de ruedas. A los 15 días bajó por primera vez al gimnasio: “A partir de ese momento, mis brazos serían mis piernas”. Trabajó muy duro para ser autosuficiente, y conoció a su nueva pandilla, a los que se autodefinían como los “cojos”: “Reírnos de nuestra propia situación física o psíquica es la mejor terapia”.
La búsqueda de una respuesta en el Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar
Al regresar a València en junio de 2014 para retomar sus estudios académicos que habían parado en seco por la lesión medular, se dio cuenta de que algo no funcionaba bien. “Al principio pensé que era un problema de la memoria –erróneamente-, que se había visto afectado por el traumatismo”, explica. Así pues, buscó por Internet y localizó el Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar, un servicio especializado en daño cerebral y también medular. “No tenía ninguna referencia previa, pero decidí probar y la experiencia fue muy satisfactoria, pues hoy por hoy creo que es uno de los mejores centros para tratar el daño cerebral. El trato hacia el paciente es exquisito, los médicos y terapeutas, excelentes: cariño, empatía, responsabilidad, profesionalidad… En este país gozamos de un elenco fantástico de profesionales de la salud en todas sus disciplinas y somos muy afortunados por tenerlos”, alaba.
En enero de 2015, en régimen ambulatorio, los fisioterapeutas programaron para María José objetivos concretos a realizar, como la movilización, transferencias, fortalecimiento muscular, mejora del equilibrio y control del tronco. Subió al Lokomat, “muy satisfactorio”, un robot que mejora los movimientos de la marcha. Y progresó en las sesiones de Terapia Cognitiva, puesto que el resultado de sus dudas acerca de la atención, “que no de memoria”, se han resuelto perfectamente: “Yo siempre bromeo con que tuve que pasar una temporada haciendo sudokus, aunque fue más que eso”. Además, la familia y los amigos fueron muy importantes para superar sus barreras, aunque el principal apoyo, puntualiza María José, “eres tú mismo. Aceptar la vida tal y como es y mirar al futuro con esperanza e ilusión: nadie mejor que tú puede solucionarte los problemas”.
Gracias a su esfuerzo, en junio de 2015 leyó su proyecto final de carrera, con el que se licenció en Ciencias Ambientales en la Universidad Politècnica de València, “cerrando así los asuntos pendientes de la vida anterior al accidente”. Tuvo otra experiencia “fantástica” en la Fundación Foltra, en Galicia –era la primera vez que ella vivía sola después de su lesión-, hasta que, en diciembre 2016, retornó a su casa con muchas propuestas ilusionantes: combinar su trabajo de investigación con el de su propio blog (www.naturalmenterodando.com), que creó mientras estaba rehabilitándose en el servicio de neurorrehabilitación de los Hospitales Vithas VITHAS.
“La idea surgió desde mis inicios en el Hospital Nacional de Parapléjicos, donde pensé que era necesario tomar parte en el asunto de la diversidad funcional”, recuerda. Su infancia ha estado muy ligada a la naturaleza, y a María José le entristecía pensar que los niños que estaban en este centro de Toledo no iban a tener la misma oportunidad que ella de contemplarla. Esto solamente podría ser posible gracias a la búsqueda de rutas accesibles para todo el mundo. Por eso, ideó una web para “visibilizar una realidad social, que es la diversidad funcional y el derecho a disfrutar de los espacios públicos como ciudadanos de pleno derecho que somos”. Dice Majo que fue “una vía de escape muy útil” para acercar el medio ambiente a las personas discapacitadas. Cada mes, cuelga su post habitual incluyendo un texto, fotos y un mapa para ilustrar una “nueva aventura”.
Las rutas accesibles de María José por un mundo sin barreras
En las crónicas de María José Aguilar se muestran las rutas accesibles viajando con su bicicleta adaptada, desde las vías más cercanas a su entorno –l’Albufera o el Marjal de Pego-Oliva-, pasando por el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, o su viaje a Lisboa como ponente en el Congreso Internacional de Educación y Accesibilidad en Museos y Patrimonio, hasta cruzar el Atlántico para admirar las cataratas del Niágara en Norteamérica, en la que censura la “capacidad destructiva del ser humano, cuya causa no es otra que el estilo de vida consumista, donde todo vale si es económicamente rentable”. En mente tiene puesta la mirada en el “primer parque nacional para la paz”, ubicado entre Serbia y Croacia.
A través de su blog pretende divulgar y contagiar su pasión por la naturaleza con el objetivo de que personas con discapacidad la disfruten, además de denunciar todo lo que representa la falta de concienciación acerca de los espacios naturales por donde pasa. “España es uno de los países con más biodiversidad del mundo. Aportamos más de un 30% a la Red Natura 2000 -un órgano de la Unión Europea en la lucha por el medio ambiente- para conservar y preservar los recursos naturales. Vivimos en un lugar privilegiado, ya que nuestros campos son recorridos por algunas de las especies más amenazadas del mundo. Los bosques son nuestro principal apoyo contra el cambio climático y la salud, no solo como sustento de las futuras vacunas o soluciones médicas para enfermedades existentes y venideras, sino como espacios de esparcimiento y salud mental. De nosotros depende su existencia, presente y futura”, advierte.
Dicho lo cual, “en España, alrededor de un 10% de la población tienen la discapacidad reconocida. Trabajar a favor de la accesibilidad e inclusión social debería ser un tema de primer orden y estar presente en la agenda política. La población está envejecida, por lo que las mejoras de hoy, en materia de accesibilidad y diseño universal, serán la garantía de la calidad de vida de todas las personas mañana”.
“Siempre hay un hecho que lo cambia todo. En mi caso ha sido tener la oportunidad de colaborar con la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente en el gran proyecto Life+Bigtrees4life (grandes árboles para la vida)”, concreta María José. No en vano, consiguió con esta ONG proteger y catalogar los árboles monumentales y singulares del término municipal del pueblo donde se criaron sus padres, Alcaraz. “Volver a mis orígenes, evaluar y estudiar aquellos árboles que me han visto crecer fue muy gratificante. Sólo por esto ha valido la pena sobrevivir a mi accidente, pese a las dificultades que hoy en día tengo por mi paraplejia”, reflexiona.
Precisamente, cuando acabó la carrera de Ciencias Ambientales, inició su tesis doctoral con el título Accesibilidad universal a los espacios naturales protegidos con la finalidad de “aportar soluciones y/o alternativas” para cumplir con la Estrategia Europea 2010-2020 Hacia una Europa sin barreras. “La finalidad es demostrar que el binomio accesibilidad y conservación de los espacios naturales no solo es posible, sino que es beneficioso para la sociedad y para la propia naturaleza”, concluye. Siempre activa, participó en un programa de La 2, 80 centímetros, dedicado al senderismo accesible para concienciar a la sociedad.
¿Pero realmente hay más respeto por el medio ambiente que antes? María José certifica que se ha mejorado en algunos aspectos. “Cada vez se recicla más, hay mayor conciencia de la problemática del cambio climático, pero aún queda un largo camino que realizar en España”, advierte, “empezando por la administración del Estado hasta el ciudadano de a pie. En las rutas que realizo, me suelo molestar por la falta de educación cívica y de respeto a la naturaleza: basura en el campo, caminatas que se realizan fuera de los senderos marcados, vehículos a motor que no respetan las restricciones… todo esto causa mucho daño y, en ocasiones, problemas irreversibles”. Algunas personas, dice, “están ahí como si de un centro comercial se tratara” por la falta de interés en lo que están viviendo: “Y me entristece”.
Como también la condescendencia, “más que conciencia”, con los discapacitados. “No necesito que alguien me tenga lástima porque me desplace en una silla de ruedas. Necesito que respeten las plazas de aparcamiento, los pasos de peatones o los cruces”, argumenta con enojo. “O que las administraciones públicas no aplique la normativa de la accesibilidad en los entornos urbanos. No existirían los discapacitados, porque todos somos diversos, con capacidades diferentes. ¿Cuántos Stephen Hawking se conocen? Las personas discapacitadas son fruto de una administración pública poco comprometida con la diversidad de la sociedad y la falta de educación de ésta. Es un problema de la propia raza humana, egocéntrica, que cree que nunca se va a ver en una situación desfavorecida”.
María José todavía se acuerda de la primera vez que la sentaron en una silla de ruedas en la que no aguantaba ni un minuto seguido en su periplo toledano, o del paso siguiente en el que los rehabilitadores del Hospital Vithas VITHAS Valencia al Mar la orientaron para construir nuevas estrategias. Ha mejorado muchísimo desde entonces. Conduce su propio coche, sigue vinculada a la naturaleza, “a la montaña”, y la evolución ha sido “ascendente”. Aunque su daño medular es Áxia A, T3-T5, “es decir, paraplejia, con lesión total sensitiva y motora”, hay que trabajar para “estar preparados física y psíquicamente para los nuevos avances médicos”. Mientras tanto, tiene muchos retos por conseguir.
Para el próximo año, pretende seguir entrenando en el rocódromo y, quién sabe si algún día, podrá escalar “una gran montaña”. De las cumbres más altas hasta sumergirse dentro del mar para admirar la belleza submarina, otra gran afición, el submarinismo, ya que María José está a punto de renovar su licencia para este verano y, según sus capacidades físicas, lo intentará. “También seguiré con mi carrera como investigadora, estudiando, aprendiendo y descubriendo, como la niña curiosa que sigo siendo”, predice.
“Estoy viva y tengo una segunda oportunidad para seguir en este maravilloso planeta”, reflexiona. Ahora que dispone de más tiempo, según dice, la mayor riqueza del ser humano lo intenta invertir en todo aquello que le produce placer, felicidad y satisfacción: “El resto de cosas son superfluas”.
Las rutas preferidas de María José Aguilar
Me cuesta mucho decidirme por alguna, pero como hay que elegir, comentaré dos:
- El bosque de Bértiz, en Navarra. Sin duda es un lugar tocado por la mano de los dioses, en el que se sienten sensaciones indescriptibles. Lo recomiendo en cualquier época del año, pero como muchas de sus especies vegetales -son de hoja caduca-, el otoño es, sin duda, como un cuadro del mejor pintor impresionista.
- El valle del Paular. En las faldas del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, es otro lugar para visitar en esta vida. Es magnífico, no solo por la naturaleza, sino también por los monumentos y lugares de culto, que sin duda serán la delicia de cualquier visitante. En ambos espacios naturales se ha cuidado el diseño universal, con itinerarios aptos para todos. Muy recomendable para cualquier escapada natural”.