En un mundo lleno de imprevistos, encontrar estabilidad en la rutina puede ser un bálsamo para nuestro cerebro. Más allá de organizar nuestro día a día, las rutinas tienen un impacto profundo en el funcionamiento cerebral, particularmente en las funciones ejecutivas, que incluyen la planificación, organización, toma de decisiones y control de impulsos.
Pero, ¿cómo influye tener una “bendita rutina” en nuestra capacidad cognitiva y en la adaptación de personas con trastornos del neurodesarrollo como el TDAH, el TEA, el TDL, o en quienes han sufrido daño cerebral adquirido?
Rutinas y funciones ejecutivas
Las funciones ejecutivas son las responsables de guiar nuestras acciones hacia objetivos específicos. Nos permiten priorizar tareas, resistir distracciones y ajustar nuestro comportamiento según las demandas del entorno. Sin embargo, cuando el cerebro se ve sobrecargado, estas capacidades pueden verse comprometidas.
Las rutinas desempeñan un papel crucial en la optimización de estas funciones al automatizar ciertas tareas diarias, lo que reduce la carga cognitiva y permite que la mente se enfoque en actividades más complejas. La repetición estructurada de hábitos mejora la memoria de trabajo y la autorregulación, claves en la toma de decisiones efectiva y en la gestión del tiempo.
Desde una perspectiva neurocientífica, la repetición de hábitos refuerza conexiones neuronales y estimula la liberación de dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la motivación. Así, llevar una rutina estable no solo contribuye a una mejor organización, sino que también genera bienestar emocional.
Las rutinas, al reducir la carga cognitiva y mejorar la planificación, son particularmente beneficiosas en personas con dificultades en las funciones ejecutivas, como aquellas con trastornos del neurodesarrollo o daño cerebral. Veamos cómo pueden marcar la diferencia en cada caso.
Rutinas y trastornos del neurodesarrollo
Las rutinas no solo benefician a la población general, también son fundamentales en la intervención y adaptación de niños con trastornos del neurodesarrollo. A continuación, explicamos su impacto en tres trastornos concretos:
1. Rutinas y Trastorno del Espectro Autista (TEA)
Las personas con TEA suelen experimentar altos niveles de ansiedad ante cambios imprevistos. La implementación de rutinas proporciona un marco estable y predecible, lo que les permite desarrollar mayor independencia y seguridad en su entorno.
Además, al reducir la incertidumbre, las rutinas facilitan la adaptación y la participación en actividades diarias. En muchos casos, la estructuración del día con pictogramas o recordatorios visuales les ayuda a anticipar situaciones, disminuyendo la angustia y mejorando su capacidad de respuesta.
2. Rutinas y Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL)
El TDL afecta la capacidad de comprensión y producción del lenguaje, lo que puede dificultar la comunicación y la interacción social. En niños y adultos con TDL, las rutinas ofrecen una estructura lingüística predecible que facilita el aprendizaje de nuevas palabras y consolida el lenguaje.
El uso de rutinas específicas para el desarrollo del lenguaje, como leer a la misma hora todos los días o realizar juegos estructurados de conversación, facilita la mejora en la comunicación y en la adquisición de habilidades sociales. Además, la repetición dentro de una rutina ayuda a la consolidación de aprendizajes lingüísticos.
3. Rutinas y Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)
El TDAH se caracteriza por dificultades en la atención, la impulsividad y la hiperactividad, lo que interfiere en la organización y planificación del día a día. Las rutinas permiten estructurar el tiempo, facilitando la anticipación de actividades y reduciendo la ansiedad por la falta de previsibilidad.
Además, ayudan a mejorar la autorregulación emocional y conductual, promoviendo hábitos que favorecen el enfoque y el rendimiento en tareas diarias. La constancia en horarios y la organización de actividades en pasos pequeños pueden facilitar el aprendizaje y la productividad.
Rutinas y daño cerebral
Las personas con daño cerebral adquirido (DCA) pueden experimentar alteraciones en diversas funciones cognitivas, como la memoria, la atención, la planificación y la capacidad de resolución de problemas. Dependiendo de la localización y gravedad de la lesión, pueden presentar dificultades para recordar eventos recientes, mantener la concentración en una tarea, organizar actividades o incluso llevar a cabo de manera autónoma sus rutinas diarias.
Esto hace que acciones cotidianas, antes sencillas, como preparar una comida, seguir una conversación o desplazarse de un lugar a otro, se conviertan en grandes retos. La falta de estructura y la imposibilidad de recordar qué hacer a continuación pueden generar frustración, ansiedad y una pérdida de independencia, lo que afecta significativamente a su calidad de vida y la de su entorno.
En estos casos, las rutinas juegan un papel clave en la rehabilitación, proporcionando un marco estructurado que ayuda a compensar déficits cognitivos y mejora la autonomía funcional.
Uso de rutinas en neurorrehabilitación
En IRENEA, como especialistas en neurorrehabilitación, sabemos que la implementación de rutinas personalizadas permite a niños y adultos con trastornos del neurodesarrollo y daño cerebral adquirido ganar mayor autonomía en su día a día.
Y, como ya os comentamos en otro artículo sobre los beneficios del uso de rutinas, éstas:
- Reducen la fatiga cognitiva, ya que el paciente no tiene que recordar constantemente qué hacer a continuación
- Facilitan la adaptación a nuevas habilidades mediante la repetición estructurada
- Mejoran la memoria de trabajo al reforzar actividades mediante la práctica diaria
- Potencian la neuroplasticidad, favoreciendo la reorganización neuronal y la recuperación funcional
De hecho, en nuestros centros de neurorrehabilitación, los terapeutas suelen establecer rutinas específicas para la alimentación, la higiene o la movilidad, entre otros aspectos, con el objetivo de facilitar la independencia de nuestros pacientes y disminuir su frustración ante tareas cotidianas.
En definitiva, las rutinas no son solo una forma de organizar el tiempo, sino un pilar fundamental para el desarrollo y fortalecimiento de las funciones ejecutivas. Nos ayudan a optimizar la capacidad cognitiva, mejorar la toma de decisiones y reducir el estrés derivado de la incertidumbre. En el caso de las personas con trastornos neurológicos, las rutinas no solo aportan estructura, sino que también se convierten en un soporte esencial para su adaptación y proceso de rehabilitación, facilitando una mayor autonomía y calidad de vida.
Post redactado por el área de neuropsicología de Irenea en Vithas Elche.