La demencia es una enfermedad neurodegenerativa que implica una pérdida progresiva de las funciones cerebrales, debido a desórdenes o a pequeñas lesiones. Y, en el Daño Cerebral Adquirido, ocupa un lugar primordial el daño cerebral causado por la enfermedad cerebral vascular.
De hecho, casi todos nosotros tenemos algún familiar o conocido afectado de dicha patología, en sus múltiples variantes. Sin embargo, aunque el diagnóstico clínico es el mismo, ha cambiado hace unos años la nomenclatura dentro de la comunidad médica científica.
Definición Demencia
La demencia clínica abarca afecciones de muy diferentes tipos y manifestaciones, así tendríamos la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de cuerpos de Levy, la demencia senil, la demencia vascular, la enfermedad de pequeño vaso, o la demencia postraumática.
El hecho de darle nombre nos puede orientar sobre la evolución en el tiempo de la enfermedad, y las manifestaciones clínicas.
Hablamos de demencia, según el DSM-IV (Manual diagnóstico de las enfermedades mentales, de la Asociación Americana de Psiquiatría) cuando aparece:
- una alteración en la memoria, asociada a una alteración en el lenguaje (afasia)
- una incapacidad para llevar a cabo funciones motoras habituales, como manejar un peine, o abrir un bote (apraxia)
- un fallo en el reconocimiento de objetos y/o personas (agnosia)
- o a un fallo en la capacidad de ejecución (funciones ejecutivas)
El trastorno neurocognitivo
Actualmente, desde 2013, año en el que se publicó el DSM-5, la versión actualizada de este manual de diagnóstico de las enfermedades mentales, ha desaparecido el término demencia y se diagnostica el denominado “trastorno neurocognitivo”.
El trastorno neurocognitivo supone una alteración en los seis dominios neurocognitivos, como son:
- la atención,
- la función ejecutiva,
- el aprendizaje y la memoria,
- el lenguaje,
- las funciones visoconstructivas y visoespaciales y
- la cognición social
Dependiendo de que esta alteración sea mayor o menor, provocará un déficit funcional en el paciente. A partir de aquí se diagnostica el trastorno neurocognitivo mayor o el trastorno neurocognitivo leve.
La enfermedad cerebral vascular
Como ya hemos dicho, en el Daño Cerebral Adquirido ocupa un lugar primordial el daño cerebral causado por la enfermedad cerebral vascular.
La enfermedad cerebral vascular es una enfermedad silente que presenta la persona durante muchos años, como consecuencia de pequeños infartos microscópicos, pequeñísimos ictus o hemorragias, que pasan desapercibidas para el paciente, pero que al cabo del tiempo de haber sido continuados, dan como consecuencia la afectación de una zona cerebral ya más grande, que sí empezará a tener consecuencias clínicas.
Éste es el caso de los pacientes que durante años están bien, pero que empiezan a tener pequeños descuidos de memoria, a estar más lentos, a tener algunas alteraciones conductuales puntuales o a estar más irritables, más suspicaces o más apáticos.
En algunos casos, la enfermedad se destapa cuando aparece un ictus más grande y se diagnostica en una prueba de neuroimagen y a nivel clínico, en forma de alteraciones cognitivas y conductuales.
Las causas de estos microinfartos o microictus son múltiples, resumidas en los factores de riesgo cerebrovascular:
- hipertensión,
- diabetes,
- tabaquismo,
- sedentarismo,
- estrés emocional,
- colesterol elevado,
- ácido úrico elevado,
- etc.
Al igual que ocurre en la circulación de todo el cuerpo, a nivel cerebral los vasos sanguíneos se ven afectados por todos estos factores.
La tensión arterial alta provoca que el vaso sanguíneo tenga que soportar una presión del líquido más alta de lo normal durante mucho tiempo.
Imaginemos una tubería que lleva el agua a nuestra casa y por la que debe circular el agua a una velocidad de 10 kilómetros/hora. Sin embargo, la velocidad a la que entra en agua que va por la tubería y a la que recorre el camino es de 50 km/hora. La tensión que está soportando la tubería es mucho más grande que aquélla para la que está construida, lo cual la pone en peligro de poder reventar.
Pongamos este mismo ejemplo para cuando hablemos de nuestra circulación sanguínea, que lleva la sangre al cerebro. Asimismo, ocurre con el colesterol alto, que durante mucho tiempo en sangre, al final se pega a las paredes de las “tuberías”, haciéndolas más débiles, poniéndolas también en peligro.
Lo mismo pasa con el tabaquismo, el sedentarismo y el estrés emocional, que hacen que nuestras “tuberías” vayan estrechándose cada vez más. La diabetes también provoca numerosas posibilidades de alteración vascular por el efecto de la glucosa en la pared del vaso sanguíneo, por eso, el control metabólico estrecho de las personas diabéticas es fundamental.
Con todo, si estos accidentes vasculares se presentan en vasos pequeñitos, que irrigan pequeñas zonas cerebrales, lo que notemos no será mucho. En cambio si se dan de forma continuada en el tiempo, aparecerán los problemas al provocar que zonas más grandes se vean dañadas. Aquí la explicación de esos problemas cognitivos y conductuales que aparecen de manera progresiva en el tiempo.
¿Cómo prevenirlo?
Fundamentalmente, controlando los mismos factores de riesgo cardiovascular:
- Debemos llevar una vida sana:
- dejar de fumar,
- de beber alcohol en grandes cantidades,
- controlar la hipertensión arterial,
- llevar una dieta saludable baja en grasas saturadas,
- buen control del azúcar (control metabólico) en diabéticos,
- un peso adecuado,
- no hacer una vida sedentaria en exceso y
- controlar el estrés del día a día
Estos hábitos saludables nos ayudarán a poder tener una circulación sanguínea cerebral sana y que no nos dé problemas a largo plazo.
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