La importancia de la relación con el «otro» tras la lesión cerebral

La importancia de las relaciones sociales y de la rehabilitación teniendo como fin último la “participación” de la persona tras sufrir daño cerebral.

Nuestra vida en sociedad, nos refuerza nuestra propia individualidad según la valoración que otros miembros de la comunidad a la que pertenecemos hacen de nuestro papel participativo y del lugar que ocupamos dentro del grupo. Pero, imaginemos que todo eso desaparece.

Beneficios de esta interacción con “el otro”

Tras un ictus se produce una drástica reducción en el número de personas y en la intensidad y duración de la interacción entre las personas que componen la red social del paciente que lo sufre. Es más, esta reducción se ha relacionado con un mayor riesgo de declive físico, psíquico y emocional de la persona, incluyendo un mayor riesgo de sufrir otro ictus.

En el caso del daño cerebral adquirido, no debemos olvidar que las personas que lo sufren presentan una discapacidad que va más allá de lo puramente físico y afecta al profundo entramado neurobiológico que constituye aquello que somos.

Es cierto que en el modelo clásico de la rehabilitación, la recuperación de la función es de vital importancia, pero para la persona que ha sufrido una lesión cerebral adquirida, esto solo supone un medio para poder alcanzar un fin.

La mayoría de las personas que han sufrido un ictus o un traumatismo suelen estar más preocupados por la forma en que las funciones recuperadas les podrán permitir volver a realizar aquellas actividades que les permiten recuperar su sentido de sí mismo y su autoestima a través de la relación con “el otro”.

Planteamiento de la rehabilitación del daño cerebral

Es nuestro deber, plantear una rehabilitación dirigida a la reconstrucción de esos pilares más allá de la pura recuperación de la función, la destreza, la independencia o las habilidades perdidas.

Dicha reconstrucción debería partir de la capacidad que tiene cada ser humano para decidir su lugar en el mundo, ese sitio en el que todos sentimos al que pertenecemos y en el que nos sentimos plenos.

Para recorrer este camino con éxito aún son necesarios muchos cambios:

  1. Hace falta cambiar el modelo de atención a estos enfermos, hacia uno que incluya una mayor dotación y comunicación entre los recursos que atienden a la enfermedad y aquellos que atienden a la discapacidad
  2. Hace falta un cambio en el concepto de daño cerebral entendido como un proceso prolongado y no una enfermedad incidental
  3. Hace falta un cambio en nuestros modelos de intervención, tradicionalmente ajenos a los gustos y preferencias de nuestros pacientes hacia otro en el que ellos no se sientan meros receptores de cuidados sino sujetos activos dispuestos a aprender
  4. Hace falta un cambio en la mentalidad de los prescriptores de tratamientos que incluya una visión amplia de lo que supone el daño cerebral
  5. Hace falta que todos entendamos que “terapia” y “rehabilitación” son conceptos diferentes. Hace falta entender que la “terapia” de un déficit solo tiene sentido si permite “rehabilitar” a la persona
  6. Hace falta entender que esto es un proceso largo y que va a ser costoso, y que vale la pena intentarlo, independientemente de razones habitualmente esgrimidas para no hacerlo, como la edad o la gravedad
  7. Hace falta entender que ponernos manos a la obra en este proceso supone dignificar a la persona que tratamos como enfermo y dignificarnos a nosotros mismos

En neurorrehabilitación no existe un terapia concreta o un tipo específico de intervención que lleve a la curación. Pero, siempre acertaremos si aquello en lo que trabajamos tiene como fin último la “participación”.

Bibliografía

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