El lenguaje es mucho más que una herramienta de comunicación. Es un regulador fundamental de la conducta y un facilitador del desarrollo social y emocional. Y, hay que tener en cuenta que en niños con trastornos del neurodesarrollo (como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad – TDAH, el Trastorno Negativista Desafiante – TND o el Trastorno del Espectro Autista – TEA) o con enfermedades genéticas (como la esclerosis tuberosa), las alteraciones en la comunicación pueden contribuir significativamente a la aparición de problemas de conducta.
De hecho, diversos estudios han demostrado que el desarrollo del lenguaje está estrechamente relacionado con la capacidad de regulación emocional, la resolución de problemas y la interacción social. Cuando el lenguaje está alterado, los niños pueden mostrar mayor frustración, dificultades en la comprensión de normas y en la gestión de sus emociones (Geurts & Embrechts, 2008; Charman et al., 2017).
Lenguaje como regulador de la conducta
La adquisición del lenguaje permite a los niños no sólo expresarse, sino también autorregular sus emociones y comportamientos. Vygotsky (1962) ya describe el papel del lenguaje interno en la planificación y control de la conducta. A través del lenguaje, los niños aprenden a nombrar sus emociones, estructurar sus pensamientos y anticipar las consecuencias de sus actos.
Cuando un niño tiene dificultades en el lenguaje, pueden aparecer dificultades como:
- Mayor frustración y reacciones impulsivas: al no poder expresar sus necesidades o emociones adecuadamente, pueden recurrir a conductas disruptivas
- Dificultades para comprender normas y límites: el lenguaje es clave para entender instrucciones, normas sociales y reglas de convivencia
- Problemas en la interacción social: los niños con dificultades en el lenguaje pueden interpretar erróneamente las intenciones de los demás o tener problemas para seguir conversaciones
- Déficits en la autorregulación: la capacidad de verbalizar pensamientos y emociones ayuda a controlar impulsos y planificar acciones
De hecho, estudios recientes han evidenciado que los niños con trastornos del lenguaje tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de conducta (Benner, Nelson, & Epstein, 2002). En casos como la esclerosis tuberosa, donde las alteraciones neurológicas pueden afectar tanto la comunicación como el comportamiento, la intervención logopédica es clave para mejorar la calidad de vida del niño y su entorno (de Vries et al., 2015).
Importancia de la logopedia en niños con problemas de conducta
La logopedia juega un papel esencial en la mejora de la comunicación y, en consecuencia, en la regulación del comportamiento.
Partiendo de esta premisa, algunas de las estrategias más efectivas incluyen:
1. Desarrollo del lenguaje expresivo y comprensivo
Los logopedas trabajan en el desarrollo del lenguaje oral, gestual y/o alternativo, ayudando a los niños a expresar sus necesidades y emociones de manera más efectiva. Esto reduce la frustración y la aparición de conductas disruptivas (Gallagher, 1999).
2. Uso del lenguaje para la autorregulación
La estimulación del lenguaje interno es una estrategia clave en la regulación de la conducta. Se enseñan técnicas para verbalizar pensamientos antes de actuar, lo que favorece el autocontrol y la planificación de acciones (Fernyhough & Fradley, 2005).
3. Mejora de la comprensión del lenguaje
Se utilizan apoyos visuales, pictogramas y rutinas estructuradas para ayudar a los niños a entender instrucciones y normas, reduciendo así la ansiedad y los conflictos derivados de la falta de comprensión (Geurts & Embrechts, 2008).
4. Desarrollo de habilidades pragmáticas y sociales
El trabajo en habilidades conversacionales, interpretación de emociones y lenguaje no verbal mejora la capacidad de los niños para relacionarse con los demás y entender situaciones sociales, disminuyendo los problemas de conducta asociados a la falta de competencia social (Charman et al., 2017).
5. Trabajo con familias y docentes
El entorno del niño es clave en la generalización de los aprendizajes. Los logopedas asesoran a familias y educadores sobre estrategias para mejorar la comunicación y prevenir problemas de conducta en distintos contextos (Snowling et al., 2006).
En Irenea, los niños con trastornos del neurodesarrollo o enfermedades genéticas que afectan la comunicación pueden beneficiarse enormemente de una intervención logopédica temprana y adaptada a sus necesidades.
Nuestro objetivo es que, al mejorar la comunicación, la comprensión y la capacidad de autorregulación, se minimicen las dificultades de conducta y se favorezca un desarrollo más armónico en todas las áreas de su vida.
Post desarrollado por el área de logopedia pediátrica de Irenea en Vithas Valencia Consuelo.
Referencias
- Benner, G. J., Nelson, J. R., & Epstein, M. H. (2002). Language skills of children with EBD: A literature review. Journal of Emotional and Behavioral Disorders, 10(1), 43-59.
- Charman, T., Pickles, A., Chandler, S., Loucas, T., & Baird, G. (2017). IQ in children with autism spectrum disorders: Data from the Special Needs and Autism Project (SNAP). Psychological Medicine, 41(3), 619-627.
- de Vries, P. J., Whittemore, V. H., Leclezio, L., Byars, A. W., Dunn, D., & Sahin, M. (2015). Tuberous sclerosis-associated neuropsychiatric disorders (TAND) and the TAND checklist. Pediatric Neurology, 52(1), 25-35.
- Fernyhough, C., & Fradley, E. (2005). Private speech on an executive task: Relations with task difficulty and task performance. Cognitive Development, 20(1), 103-120.
- Gallagher, T. M. (1999). Interrelations among children’s language, behavior, and emotional problems. Topics in Language Disorders, 19(2), 1-15.
- Geurts, H. M., & Embrechts, M. (2008). Language profiles in ASD, SLI, and ADHD. Journal of Autism and Developmental Disorders, 38(2), 1931-1943.
- Snowling, M. J., Bishop, D. V. M., & Stothard, S. E. (2006). Is preschool language impairment a risk factor for dyslexia in adolescence? Journal of Child Psychology and Psychiatry, 47(7), 684-700.
- Vygotsky, L. S. (1962). Thought and language. MIT Press.