En la VII Jornada de Daño Cerebral de la Federación Valenciana de Daño Cerebral Adquirido (FEVADACE), ahora llamada “Dany Cerebral Comunitat Valenciana”, y dentro del marco de la temática dedicada a las Relaciones Sociales y la Salud Cerebral, la Dra. Belén Moliner, Directora Médico de IRENEA, ha participado como experta en cognición social con el fin de profundizar en la importancia de la cognición social y la regulación conductual en la rehabilitación de personas con Daño Cerebral Adquirido (DCA). Su exposición, titulada “Cognición Social y Regulación Conductual”, destacó el papel crucial de estos elementos para ayudar a los pacientes a lograr una reintegración efectiva y una mejora significativa en la calidad de vida.
¿Qué es la cognición social?
La cognición social, definida como la capacidad de reconocer las emociones y los pensamientos de los demás, para extraer normas de comportamiento social y estructurar un sistema de valores propio, afecta dos dimensiones esenciales del individuo: la social y la personal. En los pacientes con DCA, se ha demostrado que se encuentra alterada, dificultando en muchas ocasiones una reintegración social, a pesar de tener las herramientas cognitivas y físicas.
La Dra. Moliner explicó que la cognición social ha sido reconocida como un dominio neurocognitivo desde el 2013 en el DSM-5, tratándose de un concepto muy reciente, definido en el año 2000 por primera vez. Las emociones se encuentran en la base de la cognición social en todos los modelos explicativos. Para valorar la cognición social, se ha utilizado el reconocimiento facial emocional, la teoría de la mente y la empatía.
En IRENEA decidimos desarrollar un estudio para detectar por qué los pacientes que habían adquirido durante su proceso neurorrehabilitador las herramientas cognitivas y físicas suficientes para reinsertarse a nivel social, no lograban hacerlo. Las hipótesis que valoramos fueron la alteración en el patrón visual a la hora de reconocer emociones, la alteración en la conciencia de enfermedad y las alteraciones conductuales.
Valoramos el reconocimiento emocional en una muestra de 50 pacientes, objetivando que presentaban dificultades, y confirmando la alteración en la cognición social, sin embargo el patrón visual era normal, igual que en personas sanas.
¿Qué es la conciencia de enfermedad?
La conciencia de enfermedad se refiere a la capacidad de un individuo para identificar sus déficits físicos, cognitivos y conductuales, entender cómo estos afectan su vida diaria y planificar sus proyectos, en consecuencia. Según la Dra. Moliner, tradicionalmente se ha descrito un decalaje entre el reconocimiento de las alteraciones físicas, que suelen ser bien reconocidas, frente a las secuelas cognitivas y, especialmente, las conductuales que son más difíciles de reconocer.
Esta falta de conciencia es un factor clave que limita su reintegración social, afectando sus relaciones, oportunidades laborales y bienestar general. En palabras de la Dra. Moliner,
“La conciencia de enfermedad es un pilar fundamental para la rehabilitación; sin ella, la reintegración social y emocional se vuelve inalcanzable para muchos pacientes.”
¿Qué son las Alteraciones de Conducta?
Las alteraciones de la conducta se definen como cambios en la forma de comportarse que persisten tras el daño cerebral. Estas alteraciones pueden incluir desde variaciones en las actitudes corporales, gestos y lenguaje, hasta comportamientos observables que impactan en las interacciones sociales y familiares.
Entre todas las secuelas del daño cerebral, las alteraciones de conducta son:
- Las de peor evolución a largo plazo
- Las más difíciles de tratar
- Las que generan mayor deterioro social
- Las que imponen una mayor carga emocional y física a los cuidadores
Tipos de Alteraciones de Conducta
Existen diferentes tipos de alteraciones de conducta que pueden observarse en pacientes con DCA. Estas se clasifican en función de los cambios más notables en el comportamiento y la personalidad del individuo.
Estas alteraciones no solo dificultan la vida cotidiana del paciente, sino que también provocan un gran sufrimiento emocional en sus familiares, quienes muchas veces no reconocen en el paciente a la persona que era antes del daño cerebral.
El tratamiento es farmacológico y conductual, siendo los dos grandes grupos de fármacos, los activadores y los inhibidores. En cada paciente se individualiza dependiendo del diagnóstico y la intensidad de su secuela conductual.
En nuestro estudio valoramos la conciencia de enfermedad con una escala específica, detectando alteración en el 30% de los pacientes, y la alteración de conducta con dos escalas específicas, objetivando la apatía y la labilidad como las secuelas más prevalentes.
La conciencia de enfermedad tuvo una correlación significativa con la alteración en cognición social, mientras que la alteración de conducta no.
La relevancia clínica fue una línea terapéutica específica de trabajo de conciencia de enfermedad y de reconocimiento facial emocional, teniendo en cuenta que el patrón visual de los pacientes era normal.
En conclusión, la Dra. Moliner considera que:
“La cognición social y la regulación conductual son pilares esenciales para alcanzar una rehabilitación del daño cerebral completa y significativa. Es decir, para conseguir una integración real y plena”.