Medio plato de lentejas

Medio plato de lentejas

Recuerdo bien cuando conocí al señor Pascual, lo primero que me llamó la atención fueron sus gafas, cuya patilla izquierda quedaba suspendida en el vacío, parecía no advertirlo mientras reía a carcajadas con sus compañeros, después de aquel momento distendido en el aula de terapia, nos dispusimos a trabajar, le dí un texto para que lo leyera y contestara posteriormente a unas preguntas relativas al mismo, cual rayo, se puso a leer, y al momento me comunicó que ya había terminado pero que ese texto estaba mal escrito y que no tenía sentido alguno.

Le pedí que me lo leyera en voz alta y efectivamente, lo que él percibía era un total disparate, ya que “se comía” por lo menos unos cinco centímetros de la parte izquierda, decidimos numerar las filas tanto al principio como al final, de tal manera que no perdiera información ya que, recorrería las distintas filas completamente desde la primera palabra hasta la última guiado por los números. Así, el señor Pascual, pudo leer el texto y contestar las preguntas perfectamente, y decidimos, a partir de ese momento, utilizar ese sistema siempre que quisiéramos leer.

Poco a poco el Señor Pascual fue mejorando, no sin trabajo diario y esfuerzo, ponía mucho interés en la rehabilitación, cosa que era fundamental para ir alcanzando los objetivos propuestos, comenzó a caminar con ayuda de un bastón trípode, yo le solía acompañar en los distintos desplazamientos y con frecuencia nos encontrábamos con algunas dificultades, por ejemplo: al pasar bajo el dintel de la puerta, al no atender a la parte izquierda, pasaba demasiado cerca del marco de modo que golpeaba su pobre reloj contra el mismo, y me decía bromeando, «¿quién ha puesto ese marco ahí?, no gano para relojes!», yo intentaba colocarme a su izquierda para que girara su cabeza hacia mi y así contemplara todo ese mundo que, sin querer, tendía a ignorar; lo mismo hacía cuando le explicaba algún ejercicio en el aula de terapia, me sentaba y le colocaba todo el material que íbamos a utilizar a su izquierda y así “le obligaba” a prestar más atención a todo ese lado, al que su cerebro parecía desatender.

Un día me dijo: «no sabes lo que me ha pasado a la hora de comer! como casi todos los días me parece que mi mujer no ha puesto el pan en la mesa, pero antes de decirle nada, por si acaso giro la cabeza hacia la izquierda, y ahí está el pan; lo mismo me sucede con las vinagreras, que no las encuentro, y mi mujer me asegura que están encima de la mesa, yo vuelvo a girar, y efectivamente están en ese lado; esto es así porque mi parte derecha del cerebro, según me han explicado, haciéndose un poco el remolón, no me informa y por eso a veces, no encuentro las cosas. Así que, después de inspeccionar bien la parte izquierda, me dispongo a comer un rico plato de lentejas, que durante mucho tiempo he echado de menos, las tomaba pero trituradas porque me atragantaba, después de unas siete cucharadas, ya tengo el plato vacío, y me digo, o esta mujer mía, de forma indirecta, me está diciendo que tengo que adelgazar, o ha empezado un plan de ahorro para la economía familiar, porque esa ridiculez de plato no se puede consentir, no me ha saciado en absoluto, así que algo indignado por la situación le he manifestado mi queja», y ella con una cara algo “guasona” me ha dicho: «¡¡Pascualet, atento a la parte izquierda, que te dejas sin probar medio plato de lentejas!!»

Así es, las cosas están ahí… el señor Pascual, fue mejorando y siendo más consciente de su heminegligencia izquierda, gracias a la rehabilitación cognitiva y ocupacional, a la fisioterapia, y sobre todo a su implicación, a su constancia, a su esfuerzo y a la confianza en sí mismo y en los profesionales del Instituto de Rehabilitación Neurológica de Hospitales VITHAS, que desde aquí, queremos animar a todos los “Señores Pascuales” a continuar luchando, aunque haya dificultades, a no detenerse y seguir siempre hacia delante.

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