El ictus en tiempos del COVID

Rehabilitación de un paciente tras sufrir ictus en tiempos de Covid en Vithas IRENEA

Actualmente, se está estudiando la posible relación entre la enfermedad de COVID y el riesgo de sufrir ictus, ya que la infección por este coronavirus incrementa la coagulación de la sangre, genera un medio más trombogénico, e incrementa el riesgo de sufrir ictus.

¿Qué es un ictus?

Un ictus, también llamado accidente cerebrovascular o infarto cerebral, es un bloqueo repentino de la circulación cerebral a través de las arterias de una determinada zona del cerebro. Es la causa más frecuente de daño cerebral adquirido, de hecho, lo presentan casi un 80% de los pacientes.

Los ictus pueden ser isquémicos, si aparece detención de esta circulación cerebral por un tiempo mayor a 24 horas, o de tipo hemorrágico, en donde las arterias de una determinada zona se rompen, y la sangre se extravasa. En ambos casos, la zona dependiente de esta sangre acaba sufriendo un proceso de necrosis. Estas zonas «muertas», dejan de realizar su función (por ejemplo: el lenguaje, la movilidad, la memoria, etcétera).

Existen dos tipos de causas, las modificables, y las no modificables:

  • Entre las modificables, o aquellas sobre las que se puede incidir en forma de prevención primaria y secundaria, tenemos los famosos factores de riesgo cardiovascular: la hipertensión arterial, la diabetes, la dislipemia (colesterol y triglicéridos altos en sangre), los hábitos tóxicos como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y otras sustancias de abuso, la obesidad y la vida sedentaria, y, en menor medida, el estrés emocional.

De todos ellos, el más prevalente y el más devastador, es la hipertensión arterial. Es la causante de ictus isquémicos y hemorrágicos, y es uno de los factores modificables más estudiados, habiéndose demostrado que un control de la misma reduce el riesgo de sufrir enfermedad cerebrovascular notablemente.

  • Entre los factores no modificables están los factores demográficos, o aquellos sobre los que no podemos incidir, como la edad, el sexo y el lugar de residencia. Así, con la edad crece el riesgo de sufrir un ictus, ya que las arterias sufren un envejecimiento natural, al igual que otros tejidos del cuerpo, y son más vulnerables a sufrir daño. Por otro lado, la residencia en las zonas urbanas también aumenta el riesgo, frente a la población que vive en zonas rurales.

¿Cuáles son las secuelas y los síntomas del ictus?

La magnitud de las secuelas derivadas de un ictus, dependen de la zona afectada en el cerebro, cerebelo o tronco del encéfalo y de lo grande que haya sido esta afectación.

Las secuelas se dividen principalmente en tres grandes grupos:

  • Físicas: son motoras y sensitivas, en donde el paciente deja de poder mover o percibir una parte de su cuerpo. Pueden aparecer también alteraciones cerebelosas o alteración en los pares craneales (pérdida de parte del campo visual, alteración para poder tragar con seguridad líquidos y alimentos, alteración para poder hablar de manera inteligible por dificultad en la movilidad de la musculatura oro-facial y lingual, etcétera).
  • Cognitivas: son alteraciones neurocognitivas (de orientación, atención, memoria, capacidad de tomar decisiones, de organizar y planificar actividades), las alteraciones lingüísticas (las denominadas afasias, cuando un paciente deja de comprender parte o todo el lenguaje, o de poder expresarse hablando).
  • Conductuales: son las que mayor sobrecarga producen a largo plazo en la familia y cuidadores, ya que exacerban el carácter previo del paciente o bien en ocasiones, producen auténticos cambios en su personalidad, de manera que afectan a sus relaciones afectivas y sociales.

¿Por qué es importante la atención temprana en un servicio especializado de neurorrehabilitación tras sufrir un ictus?

Ante los primeros síntomas de alarma ante un ictus (desviación de la comisura bucal, alteración de la visión, pérdida de fuerza en un brazo o en una parte del cuerpo, dificultades para expresarse, hay que avisar a los servicios de emergencia: las primeras 6 horas son vitales, ya que, si el paciente lo permite, puede intervenirse directamente y reducir las secuelas posteriores.

En hospitales Vithas, desde el inicio de la particular situación de pandemia COVID-19, se crearon espacios seguros y separados para los pacientes con sintomatología neurológica, de manera que pudieran acudir a Urgencias en cualquier momento, teniendo en cuenta que el diagnóstico precoz y la atención temprana es fundamental.

La neurorrehabilitación es la única herramienta que permite reducir la magnitud de las secuelas tras un ictus, de hecho, para aquellos pacientes que han sufrido un ictus es la única oportunidad de mejorar su funcionalidad. La neurorrehabilitación es el conjunto de métodos que tiene como objetivo recuperar o mejorar las funciones perdidas tras un daño cerebral. Debe ser intensa y específica, dirigida a la mejora del déficit.

Existen diversos estudios que relacionan el inicio de una neurorrehabilitación temprana específica con una mejor valoración funcional al alta del paciente, y con mejores puntuaciones en diversas escalas de funcionalidad. Es decir: si empezamos al rehabilitar el paciente en las primeras fases (en cuanto presente estabilidad clínica, en las primeras semanas tras el ictus), la funcionalidad y la autonomía (capacidad para manejarse con independencia en sus actividades de autocuidado e higiene personal), mejorarán notablemente.

Dada la complejidad de estos pacientes, en donde hay muchas áreas del funcionamiento implicadas (motoras, cognitivas y de conducta, logopédicas y de funcionalidad), es importante poner en manos de equipos multidisciplinares formados y experimentados, coordinados estrechamente por un equipo médico especializado y bien formado, la rehabilitación del paciente con ictus, que siempre será multidisciplinar.

Por esto mismo, en nuestro Servicio de Neurorrehabilitación de los Hospitales Vithas, desde el principio se crearon protocolos de seguridad y protección específicos para nuestros pacientes, profesionales y familiares. A lo largo de estos meses, desde que se anunció el inicio de la pandemia, no se ha paralizado la actividad asistencial con el paciente ingresado y ambulatorio, ya que el secreto del éxito del tratamiento está en la intensidad y la cronicidad de tratamiento, es decir, en no parar. Por esto mismo, continuamos trabajando con la misma intensidad con todos ellos.

Además, en la actualidad, mantenemos los protocolos de seguridad máximos, lo cual nos ha permitido mantener la continuidad y la calidad asistencial, con la intensidad que cada paciente necesita.

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